Es justo recordar a quienes imprimieron su huella en el futuro del país, en este caso, en el campo de la educación.
Se trata en este caso de José Vasconcelos , que nació en Oaxaca en 1882, llamado El maestro de la juventud de América.
Fue político, escritor y promotor de la educación desde que inició y dirigió la Secretaría de Educación Pública, partidario del movimiento armado que inició Francisco I. Madero contra el dictador Porfirio Díaz desde el Centro Antirreeleccionista como codirector del periódico de ese organismo.
Luchó contra el traidor Victoriano Huerta , marchando a países europeos para evitar que se le otorgaran créditos al mal gobierno.
Ocupó la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria, participando en la Convención de Aguascalientes ocupando brevemente la dirección de la Secretaria de Educación .
Su tratado sobre la Ética la publicó en 1932, después de su derrota por llegar a la presidencia del país , derrota fraguada desde el poder que representaba el callismo quien no aceptaba a la oposición y la combatió incluso con la fuerza de las armas.
En su tratado sobre la Ética Vasconcelos propone que se le considere como una materia de influencia superior porque pretende “juzgar expresiones no humanas, negando que ésta se inicie con la conducta voluntaria”.
Afirma que “Toda disciplina de vida hasta la voluntad iluminada de razones pasa antes de decirse por el hecho de que se ajusta a ciertos propósitos, a ciertas reglas para alcanza determinados propósitos” . Afirma también que es moral todo lo que nos lleva a trascender la existencia; inmoral a la inversa, todo lo que nos regresa al caos y a la animalidad”.
Al llegar Álvaro Obregón al poder en 1920, lo designó titular de la Secretaría de Educación Pública al crearse oficialmente esta dependencia. Desde este puesto impuso la educación popular, trajo a México educadores y artistas destacados, creó numerosas bibliotecas populares y los departamentos de Bellas Artes, Escolar y de Bibliotecas y Archivos; reorganizó la Biblioteca Nacional, dirigió un programa de publicación masiva de autores clásicos, fundó la revista El Maestro, promovió la escuela y las misiones rurales y propició la celebración de la primera Exposición del Libro.
En fin, obra y no buenos propósitos, como el apoyo a los muralistas para decorar distintos edificios públicos que todavía están allí , en la CDMX.
Esta fue la herencia de un educador nato, el que con su obra estaba dejando el proyecto para un México educado y progresista, un mexicano identificado y orgulloso de su país, con un mensaje eterno al estudiante: “Por mi raza hablará el espíritu”.