hay una frase maravillosa de la escritora británica Virginia Woolf que quisiera compartirles: “Los libros de segunda mano son libros salvajes, libros sin hogar; se han venido en grandes bandadas de plumas variadas y tienen un encanto del que carecen los volúmenes domesticados de la biblioteca”.
Esta reflexión me hace sonreír al pensar en ese otro lado en el que el libro se vuelve protagonista por el simple hecho de regresar al mundo, de no quedarse quieto y salir en busca de otro dueño que requiera de esa luz, de su contenido, de inspirarse.
Y así, con esta introducción quisiera contarles lo que ocurrió hace unos cuantos días cuando recibí un mensaje de una persona que literalmente me salvó del aburrimiento durante la cuarentena; me estoy refiriendo a Jair Alejandro Reynaga Vega- a quien pueden encontrar en Instagram como @epopeya_librería-.
Siempre he creído en que la misma vida nos va entregando amigos conforme pasa el tiempo y Jair se convirtió justo en eso gracias a esa cercanía con los libros pues, además de venderlos, es un gran lector y transmite su pasión dando charlas en su círculo de lecturas cada mes.
En su mensaje me contaba que había ido por un lote de libros usados y dentro de la caja había encontrado mi libro “La visión de una cucaracha” publicado hace más de 10 años pero, a pesar de haber sido leído…estaba impecable. Esta fue la conexión que me llevó hasta las sabias palabras de Wolf en donde nos habla acerca del destino de los libros, de esa segunda oportunidad, de ese consagramiento de la obra y que así como las personas también van cambiando su rumbo.
Alguna vez mi mentor, el escritor argentino Alberto Laiseca, me dijo: “Uno nunca elige los libros, los libros nos eligen a nosotros” y yo realmente lo creo: LOS LIBROS ELIGEN A SUS LECTORES.
Adoro pensar en esa “magia literaria” que se esparce por el mundo a diario, en esos libros que leímos y dejamos libres para leer otros.
Todo en esta vida tiene un ciclo, y el de los libros va en función de lo que necesitamos interiormente. Aquel hallazgo me hizo sonreír, me hizo saber que mis letras siguen rodando, que no se quedan quietas y que de vez en cuando salen a saludarme para decirme que se quedarán en este mundo para siempre, aunque yo un día me vaya. _