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Quizá les basta con decir que son distintos

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El 14 de julio de 2020 el presidente argentino, Alberto Fernández, mientras estaba en pie su propio decreto que obligaba a una de las cuarentenas más estrictas del mundo, festejó irresponsablemente con una docena de personas el cumpleaños de su pareja, Fabiola Yáñez.

Las fotografías se publicaron hace unos días y ya hay una causa penal en su contra. A este escándalo se suma el que su gobierno vacunó contra covid-19 a gente cercana en febrero, cuando no le correspondía. Aun así, las últimas encuestas señalan que su coalición, Frente de Todos, podría ganar en las elecciones primarias que se realizarán en unos días. Es cierto que su popularidad ha bajado, pero romper la ley probablemente no le cause ingobernabilidad.

Fernández llegó al poder repitiendo a diario que es lo opuesto al expresidente Mauricio Macri, cuyo gobierno dejó al país arruinado y en el cual solo su gente cercana se benefició. Pero hoy la inflación en Argentina supera 50 por ciento, y Fernández y su gente cercana también disfrutan del poder. Noelia Barral dijo en un artículo en Post Opinión: “Los funcionarios siguen mostrándose como una casta a la que las reglas no le caben”.

El argentino es solo un ejemplo de que una mala gestión no necesariamente implica un problema político si se maneja bien un mensaje: “Nosotros somos distintos a los anteriores, nosotros somos como ustedes (los ciudadanos)”. Puede ser que la realidad diga lo contrario, pero el mensaje es lo que permanece. Lo mismo podemos decir de Andrés Manuel López Obrador en México, o Nayib Bukele en El Salvador.

En México las cifras económicas, de pobreza, corrupción u homicidios —aún antes de la pandemia— pintan un país similar o peor al de los gobiernos pasados. Pese a ello, López Obrador ha logrado mantener la aprobación y ganar las elecciones intermedias al insistir a diario en que su gobierno es distinto y atacar a “los de antes”.

Bukele, quien les llama “los mismos de siempre”, ha socavado todas las instituciones democráticas de su país y se le han documentado actos de corrupción y nepotismo. Sigue siendo uno de los presidentes mejor evaluados del mundo. “Nunca más vamos a regresar al sistema que nos hundió en la delincuencia, la desigualdad y la pobreza”, suele repetir.

Quizá ya es hora de aceptar que los hechos y los datos, fuera de nuestra burbuja clasemediera, no son tan importantes. Lo dijo Hannah Arendt desde 1951 en Los orígenes del totalitarismo, mucho antes de que la posverdad y las fake news fueran conceptos: “El verdadero objetivo de la propaganda totalitaria no es la persuasión, sino la organización. Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino solo la coherencia del sistema del que presuntamente forman parte”.

Ellos han logrado hacer que la gente forme parte de su sistema al insistir en que no son lo mismo. No tienen que probar nada: los datos los contradicen a diario, pero para mucha gente eso no importa, sino el hecho de estar con quienes dicen no ser iguales a los que los llevaron a la pobreza y la desesperación.

Habrá que seguir mostrando la realidad y señalando las fallas de sus gobiernos, pero también aceptar que quizá eso no es suficiente y que a ellos probablemente les baste con decir a diario que son distintos.


Mael Vallejo

@maelvallejo

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Mael Vallejo
  • Mael Vallejo
  • Mael Vallejo es periodista. Director de estrategia digital de N+. Su columna se publica cada 15 días (viernes).
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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