De la confusión entre los ámbitos de acción del Estado y la empresa pueden derivarse múltiples errores e incomprensiones, porque aun cuando en ambos casos se trate de formas de organización humana para el logro de ciertos fines, el objetivo del Estado es la realización del bien común en la vida comunitaria, mientras que las empresas se constituyen esencialmente con fines de lucro.
De la reflexión anterior se sigue que no es lo mismo gobernar a un país que dirigir una empresa, aun cuando en ambos casos se requieran personas con talento y liderazgo probado. En el caso del gobierno de un país, por lo general esta función es competencia de políticos experimentados que llegan al cargo después de una trayectoria de responsabilidades públicas desempeñadas con eficacia; en el ámbito empresarial, las funciones de dirección siguen criterios de competencia profesional o de vinculación familiar.
El pasado 20 de enero, tuvo lugar la toma de posesión del presidente número 45 de Estados Unidos. En la persona del magnate de 70 años, Donald Trump, concurren las características de un empresario exitoso y no las de un político experimentado y, sin embargo, tomó posesión para el cargo político de mayor relevancia y del país más poderoso del mundo.
Desde el inicio de su campaña tuvo el mérito de visualizar y conectar con sus potenciales electores, es decir, con sus clientes, y como hábil hombre de negocios que es, les vendió el producto que querían comprar, la narrativa de que sus vecinos son los causantes de los males que padecen y que con su ayuda superarán sus problemas al aniquilar la plaga de migrantes latinos y mexicanos que cruzan por la frontera común.
Por su formación empresarial el magnate presidente debería saber que hoy más que nunca el mundo es global y que la solución de los problemas debe ser negociada, en dialogo abierto y franco con todos los involucrados, cerrarse y construir muros supone recurrir a soluciones vanas y obsoletas. A lo largo de muchas décadas se han generados vínculos familiares y comerciales a uno y otro lado de la frontera, esto hace evidente lo inapropiado, ofensivo e inhumano que resultan sus planteamientos.
La visión empresarial mira al lucro, el estadista en cambio rige sus actos por el bien común. Hace más de 2 mil 500 años el célebre maestro Aristóteles advertía que un pequeño error en el principio puede ocasionar una catástrofe al final; la elección de los candidatos a gobernantes debe ser prudente.