En opinión de la mayoría, el discurso a los jóvenes fue el más emotivo, y quizá donde se mostró con mayor fuerza argumentativa y cercanía afectiva la gran personalidad de líder que es el Papa Francisco. En el contexto de su reciente visita a México, ante miles de atentos jóvenes, Su Santidad desplegó sus enormes habilidades de comunicador y predicador experimentadísimo que sabe, por medio de la palabra, llegar a la mente y al corazón de sus interlocutores, allí les habló de la esperanza, de la dignidad, del valor de la familia y los animó con gran afecto a ser valientes y no someterse al riesgo del dinero fácil que los esclaviza o los vuelve sicarios, los animó a sentirse y saberse la riqueza de México. En esta última entrega comparto con el amable lector fragmentos de su discurso, así les dijo:
Todos podemos vivir, pero no podemos vivir sin esperanza. También hay otra principal amenaza a la esperanza —a la esperanza de que esa riqueza, que son ustedes, crezca y dé su fruto— y es hacerte creer que empezás a ser valioso cuando te disfrazás de ropas, marcas del último grito de la moda, o cuando te volvés prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor y eso tu corazón lo intuye. La esperanza está amordazada por lo que te hacen creer, no te la dejan surgir. La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás.
Ustedes son la riqueza de México, ustedes son la riqueza de la Iglesia. Permítanme que les diga una frase de mi tierra: No les estoy sobando el lomo. No los estoy adulando. Y entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos continuamente expuestos a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror. Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno, posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que después terminan impulsándolos a situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se los usa para fines mezquinos, seduciéndolos con promesas que al final no son reales, son pompas de jabón. Y es difícil sentirse ricos así. Pero, pese a todo esto, no me voy a cansar de decirlo: ustedes son la riqueza de México.