En la parte final del discurso que el Papa Francisco dirigió a los obispos de México en su visita, los interpela de modo enérgico y les pide ser sensibles al tesoro de cultura y de tradición en que se ha forjado el pueblo mexicano, de manera que atiendan a los files con auténtico sentido de compromiso, con genuino interés por las personas, al tiempo que les exhorta a asumir su grave responsabilidad, dejando fuera ambiciones, envidias y murmuraciones a fin de concentrarse y concretar sus esfuerzos para que los mexicanos en realidad avancen por caminos de verdad y de justicia.
Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas. Vuestro pasado es un pozo de riquezas donde excavar, que puede inspirar el presente e iluminar el futuro. ¡Ay de ustedes si se duermen en sus laureles! Es necesario no desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo constante. Están asentados sobre espaldas de gigantes: obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, fieles hasta el final, que han ofrecido la vida para que la Iglesia pudiese cumplir la propia misión.
Por tanto, es necesario para nosotros, pastores, superar la tentación de la distancia -y dejo a cada uno de ustedes que haga el catálogo de las distancias que pueden existir en esta Conferencia Episcopal; no las conozco, pero superen la tentación de la distancia- y del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento triunfal y de la autorreferencialidad. Guadalupe nos enseña que Dios es familiar, cercano, en su rostro, que la proximidad y la condescendencia, ese agacharse y acercarse, pueden más que la fuerza, que cualquier tipo de fuerza.
Queridos hermanos, el Papa está seguro de que México y su Iglesia llegarán a tiempo a la cita consigo mismos, con la historia, con Dios. Tal vez alguna piedra en el camino retrasa la marcha, y la fatiga del trayecto exigirá alguna parada, pero no será jamás bastante para hacer perder la meta. Porque, ¿puede llegar tarde quien tiene una Madre que lo espera? ¿Quién continuamente puede sentir resonar en el propio corazón "no estoy aquí, Yo, que soy tu Madre?".