El mayor de los confinamientos está ahí, detrás de un cubrebocas. Tendremos que aprender con urgencia a leer el lenguaje de los puros ojos. Dicen que las palabras son apenas la quinta parte de nuestra expresión... y es de suponer que, del resto, un porcentaje alto corresponde a la cara que ahora nos tapamos.
Para acabarla, estamos habituados a imaginar un maleante detrás de cada rostro cubierto. O un cirujano. Y hay que reconocer que a los dos les tenemos miedo.
Ahora la pandemia nos obliga a encontrar al inocente detrás de la mascarilla y a convencer sin gestos al otro de que no le haremos daño alguno. ¡Qué tarea, detrás de ese trozo de paño impersonal, igual el tuyo que el mío! Ya nadie te va a distinguir de un vulgar truhan por tu linda cara.
Tengo un amigo que es artista y ya no quiere salir. Visitar una farmacia (allá lo llevan su edad y sus dolencias) le resulta una tarea inabordable sin lenguaje facial. Es la era de la máscara, se queja: no ves sonreír ni te ven, no hay muecas ni arrugas; oyes la voz distorsionada y no sabes si es amable o burlona, amistosa o agresiva.
Cierto. Hasta entonces te das cuenta de lo mucho que se parecen, aislados, unos ojos de furia y unos de pánico, una mirada de súplica y una de mofa.
El resto del cuerpo ayuda a la interpretación, pero fijar la atención más allá de las manos de los demás siempre ha implicado riesgos callejeros. Y de cualquier manera, la cajera o el cajero de un comercio se protegen en su pequeña trinchera. De abajo hacia arriba solo es visible una secuencia de blindajes: el mostrador, el delantal, un poco de cuello, el cubrebocas y por fin los ojos, a veces protegidos por unas gafas. Estás haciendo un esfuerzo inútil por leer al otro.
No distingues si son ojos con presbicia que intentan enfocar una etiqueta o si se trata de la mirada cínica de alguien que sonríe maliciosamente en la intimidad del cubrebocas, pues sabe que te estás llevando el producto más caro y no te ha caído el veinte.
Son vanos tus afanes por sonreír y que se note. O al menos para que les quede claro a todos que tú vienes en son de paz. Lo que antes era tan simple.
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