La afición siempre será soberana, porque es quien paga por ver a su equipo de futbol. Pagan por obtener emociones y sentimientos, pero sobre todo pagan para obtener alegría y felicidad. En los últimos años solamente ha emanado tristeza, desilusión y hasta indiferencia del Estadio Corona. Aficionados tan nobles y fieles como los que han ido al TSM durante estos años aciagos, bien merecerían un premio grande, una especie de homenaje en vida por su noble labor: ir a apoyar y ver a un equipo de futbol que hace tiempo dejó de ser lo que fue: un equipo protagonista y siempre contendiente al título. No estarían mal algunos abonos gratis para quienes tengan 20 años, o más, siendo abonados.
A veces es difícil encontrar palabras de aliento, como difícil ha sido en los últimos torneos escribir cada semana que al Santos le volvió a ir mal, muy mal en sus partidos. Lo que no se puede permitir es que se vuelva a jugar con las emociones de los santistas. Afortunadamente desde arriba ya no prometen nada (así lo han dicho) porque ya aprendieron la lección de que es mejor no decir nada y esperar al toro como venga, de frente. Pues bien, esperemos que, por lo menos, los fichajes que suenan terminen llegando y no vuelva a suceder lo de aquella vez con Richard Sánchez y Diego Valdés. Que por cierto ahí comenzó el declive de la era de Fernando Ortiz. Sí, cuando le prometieron algo que nunca le cumplieron.
No quedan más ídolos en el equipo (tal vez Acevedo); todos se han ido con los años y solamente dejan un bonito recuerdo. Pero hablar de ídolos es algo en lo que se debe ser muy cuidadoso, porque ya ni hablar de Borgetti, Pony o Vuoso. No, ya no. Porque esos son los ídolos de antaño, del pasado glorioso. Después vinieron otros, que duraron muy poco, no echaron raíces, pero alcanzaron la gloria también. Un equipo que carece de ídolos carece de muchas cosas, porque aquí en La Laguna no cualquiera puede ganarse el calificativo de ídolo.
El fin de semana inicia un nuevo torneo. Mucha suerte a su nuevo entrenador. Parece que trabaja bien. Espero que el Santos algún día vuelva a encontrar el camino, vuelva a encontrarse consigo mismo, vuelva a ser un equipo glorioso y no uno del montón. Ojalá que pronto podamos volver a hablar y escribir sobre grandes partidos, sobre momentos épicos y glorias maravillosas. Mientras tanto, esperemos que el futuro cercano sea diferente al triste presente.