Con toda seguridad, la charlatanería existe desde la aparición de los “brujos” en los primeros grupos humanos.
Nuestra necesidad de proteger o curar cuerpo y alma, ha hecho desde entonces que creamos y ensayemos toda clase de “filosofías” medicas, espirituales y existenciales, con el afán de sobrevivir a ésta difícil, y con frecuencia ardua experiencia que llamamos “vida”.
Sin embargo y a pesar de todos nuestros intentos, desde que aparecimos aquí hace unos 100,000 años y hasta donde sabemos, los humanos seguimos enfermando y muriendo sin encontrar ni la cura contra la muerte, ni la receta segura para conseguir la paz interior, ni un GPS religioso infalible que nos indique la ruta más corta a la perfección.
Probablemente porque a la condición humana no le es dada la inmortalidad, ni el control de nuestras glándulas y hormonas, ni la comprensión cabal de conceptos que no sean medibles en términos de peso, tiempo o distancia.
Pero como tampoco nos es dado aceptar tal imperfección, nos aferramos a nuestras creencias por inverosímiles, descabelladas o ilógicas que puedan ser.
Es entonces cuando brotan como hongos toda clase de charlatanes gracias al hoy fácil acceso a las redes sociales, quienes con la mayor desfachatez propalan métodos y recetas milagrosos que aseguran resolver todas nuestros padecimientos, inquietudes o temores, no importa si se trata de un cáncer terminal, una depresión severa, una crisis existencial, un mal de amores o un fungoso pie de atleta.
Entre las diversas formas de entender y usar la palabra “charlatán”, está la del embaucador, que con su discurso busca vender con frecuencia fraudulentamente un producto, remedio o ideología.
Objetivo que usualmente persigue y consigue, aprovechando las creencias previas y esperanzas fallidas de quienes lo leen o lo escuchan.
Artífices del engaño suelen utilizar una pretendida sabiduría de ritos y culturas antiguas, para una vez mezclada con numerosos datos históricos y geográficos reales, disfrazar de válidas conclusiones falsas, en estos tiempos de creer en todo y en nada, tiempos de charlatanes.