Hay en el Museo Smithsoniano de Arte Americano en USA, un atinado espacio llamado: “Grandes ideas de Hombres Occidentales”, (desde luego entendido este último adjetivo como “americanos”), área destinada a preservar y divulgar ideas geniales por su universalidad e intemporalidad, de personajes notables que se destacaron por el momento histórico que les toco vivir. Ahí, como en un viaje a través del tiempo y el espacio, pueden leerse las palabras del cuarto presidente de ese país: James Madison, de lo que pensaba acerca de la imperfecta condición humana, tanto de los gobernados como de quienes los gobiernan en cualquier época y país.
Dados los tiempos que en esa materia hoy vivimos en México, no dudo en ceder 400 espacios de este mi espacio editorial para que mediante la magia de la palabra escrita y a través de dos siglos de historia, sea la propia voz de quien en aquel país es llamado: “El Padre de la Constitución”:
“Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno. Si los ángeles gobernaran a los hombres, no serían necesarios ni controles externos ni internos sobre el gobierno. Al crear un gobierno que será administrado por hombres sobre hombres, la gran dificultad reside en esto: primero hay que permitir que el gobierno controle a los gobernados; y luego, obligarlo a controlarse a sí mismo”.
Una reflexión sencilla y llana pero acertada e incontrovertible, a la luz de un pensamiento crítico capaz de reconocer la fallida condición humana, como un rasgo propio de nuestra naturaleza, más allá de cualquier presupuesto o superstición religiosa como la que durante siglos atribuyó a un ser humano cualidades superiores, por el solo hecho de por “designio divino”, ser rey, príncipe o gobernante, en el marco de un sistema de control de masas políticamente ignorantes, que aún hoy con otros títulos y sustantivos, las mantiene en un estado manipulable de “minoría de edad” permanente.
Ciertamente no fue Madison quien primero “descubrió” este rasgo de la naturaleza humana, pero quizá ha sido quien mejor lo describió: “si los hombres fueran ángeles…”.
