Amanece y mansamente susurran los tímidos gorjeos de un ave tempranera, como si así quisieran despedir las últimas sombras de la noche que poco a poco, se disuelven en un horizonte distante en cuya lejanía yacen para siempre los días ya vividos que noche a noche se nos van. Pronto sus trinos se perderán entre el innumerable concierto de sonidos del nuevo día, en el que millones de seres humanos y no humanos, nos afanaremos como todos los días, en el diario quehacer de vivir.
Una ligera molestia me incomoda, ¿será falta de sueño me digo?, sin proponérmelo mi pregunta trae a mi mente imágenes de lo soñado apenas minutos antes, en un sueño “sin pies ni cabeza” de esos que aunque no tienen sentido, despiertan emociones que nos acompañan y afectan el resto del día. Observo unos audífonos bien aislados y pienso que quizá sirvan para alejar la molestia.
Empiezo mi día con ellos colocados y una humeante taza de café sobre el escritorio, mientras en la pantalla se deslizan hechas texto, las primeras líneas de estas mis dispersas y matutinas vivencias. La grata sensación de intimidad de los auriculares acojinados surte efecto y pronto la magia emocional de la música con su mixtura de ritmo, melodía, armonía, timbre y textura envuelve y transforma mi estado de ánimo.
La experiencia no me es nueva, ya en otras ocasiones he recurrido a esa maravillosa creación artística humana de la música, según sea para endulzar, alegrar, aguijonear, apaciguar, sosegar o simplemente atemperar mi ánimo, término que en su origen significa “alma”, para lo que existe una gran diversidad de géneros musicales disponibles para todos.
Pero esta vez percibo algo más allá de sólo la música, una grata sensación de aislamiento efecto de la tecnología aislante de los audífonos, que me transporta a un lugar muy dentro de mí mismo que me hace mirar hacia adentro, un viaje a un sitio privado, íntimo y personalísimo al que sólo cada persona y nadie más tiene acceso, una visita a nuestra auténtica identidad, en un ejercicio de “Conócete a ti mismo”, ejercicio que casi nunca nos atrevemos a hacer.