En vísperas del 14 de febrero puede verse un auge de romantización del amor como un referente de las relaciones de pareja que, además, lleva la carga de la norma heterosexual y monogámica.
En 2021 los datos oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública reportaron mil 4 de feminicidios, la cifra más alta que se ha tenido; el mismo año se registraron 21 mil 189 violaciones. A estos datos faltaría agregar un análisis de forma sobre cómo los Estados clasifican los delitos, aquellos que no se reportan y la llamada cifra negra.
En este contexto debemos cuestionar las premisas sociales que indican cómo deben relacionarse hombres y mujeres en una relación de pareja, porque es probable que, si la violencia contra las mujeres en México es alta y es ejercida por hombres, las formas en que se relacionan se conviertan en un factor de riesgo.
La existencia del amor romántico como mito que establece la narrativa del cómo se deben desarrollar las relaciones de pareja se cimenta sobre bases de misoginia y machismo, éstos son los mismos componentes que reflejan en cifras el contexto de violencia que viven las mujeres en su cotidianidad.
Curiosamente la gran mayoría de investigaciones en psicología que abordan relaciones interpersonales se enfocan a las de pareja como el noviazgo, el matrimonio o las llamadas “relaciones informales”, dejando de lado otros tipos de interrelación humana como la afiliación parental, amicales, etc. Lo mismo ocurre con la comercialización del amor, los productos y servicios ponen el foco sobre las relaciones de pareja.
Siempre es buen momento de empezar a cuestionar los estereotipos sociales y poner sobre la mesa una visión más amplia de lo que llamamos “amor” y cómo y con quiénes nos relacionamos en nombre de él.
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