Política

Las mujeres que sostienen el territorio

  • Agenda con valor
  • Las mujeres que sostienen el territorio
  • Liz Ordaz Islas

No aparecen en las fotos oficiales. No cortan listones. No encabezan discursos. Pero sin ellas, muchos territorios simplemente no funcionarían. Son las mujeres que sostienen la vida cotidiana, las que amortiguan la crisis, las que organizan, las que cuidan, las que resisten.

Están en las comunidades rurales, en las colonias populares, en los barrios que crecen sin planeación. Administran la escasez, hacen rendir el agua cuando no alcanza, cuidan a los hijos, a los padres enfermos, a los abuelos cansados. Son las primeras en levantarse y las últimas en descansar. Su jornada no tiene horario ni salario, pero nunca se detiene. Cuando el Estado no alcanza, cuando los servicios fallan, cuando la seguridad es frágil, son ellas quienes crean redes. Comités de agua, cocinas comunitarias, cooperativas, grupos de apoyo escolar, brigadas de limpieza, redes de protección entre vecinas. Lo hacen sin presupuesto y sin reconocimiento público. Lo hacen porque nadie más llega.

Hablamos de desarrollo, de infraestructura, de crecimiento económico, como si fueran conceptos abstractos. Pero el verdadero desarrollo se sostiene desde abajo, en esas mujeres que transforman carencias en organización, miedo en cuidado, abandono en dignidad. Ellas son la arquitectura invisible del territorio.

A esa carga se suma otra, la violencia normalizada. Violencia económica, cuando no hay autonomía financiera. Violencia emocional, cuando su trabajo no se reconoce ni en casa ni fuera de ella. Violencia estructural, cuando las políticas públicas llegan tarde o no llegan. Y aun así, siguen de pie. No porque no duela, sino porque no se pueden permitir caer. Existe una narrativa que romantiza la fortaleza femenina. Prefiero llamarla por su nombre, resistencia forzada. No es heroísmo, es necesidad. No es vocación al sacrificio, es ausencia de alternativas. Y eso debería incomodarnos más de lo que nos inspira. Las mujeres que sostienen el territorio no piden homenajes. Piden condiciones. Condiciones para vivir sin miedo, para acceder a salud, educación y empleo digno. Para que el cuidado no sea una condena exclusiva, para que el trabajo doméstico deje de ser invisible, para que la maternidad no sea un obstáculo y la pobreza no sea herencia.

En cada recorrido comunitario aparece la misma constante. Ellas no hablan en términos de ideología. Hablan en términos de necesidad. Del transporte que no llega, del agua que falta, del hijo que no encuentra empleo, de la hija que camina con miedo. Su agenda es concreta, urgente, profundamente humana. Y aun así, son ellas quienes sostienen la esperanza. Siguen creyendo que el territorio puede cambiar, que sus hijas pueden tener otra vida, que la comunidad puede organizarse mejor, que la seguridad puede recuperarse, que la política bien hecha todavía sirve. Esa esperanza también es una forma de valentía. Visibilizarlas no es un gesto simbólico. Es un acto de justicia. Porque mientras sigan sosteniendo solas lo que debería ser una responsabilidad compartida, algo profundo seguirá fallando en nuestra estructura social. El territorio no se sostiene solo con cemento, presupuestos o discursos. Se sostiene todos los días con manos cansadas, con ojos atentos, con pasos firmes que no se rinden. Se sostiene con mujeres que, sin reflectores y sin micrófonos, siguen cargando el peso de comunidades enteras. Y quizá el verdadero cambio comience cuando dejemos de llamarlas “las que pueden con todo” y empecemos, por fin, a construir un país donde no tengan que poder con todo solas.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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