El arte cinético es aquella corriente artística que busca plasmar el movimiento, ya sea real —a través de mecanismos, motores o elementos móviles— o aparente —por medio de efectos ópticos que experimenta el espectador al desplazarse frente a la obra percibiendo así sensaciones de cambio o transformación. Un ejemplo de la utilización de motores y elementos móviles lo apreciamos en el artista venezolano Elías Crespin. Las obras de Jesús Soto o de Carlos Cruz-Diez son ejemplo de la sensación de vibración o transformación si nos desplazamos frente o alrededor de ellas. Julio Le Parc juega con espejos y luces para crear efectos vertiginosos.
En la San Miguel Chapultepec se encuentra la galería RGR —de Ricardo González Ramos— que inauguró una exposición magnífica de los artistas más importantes del arte cinético y aquellos que “logran consignar en el espacio de la tela, el color o el movimiento, el enigma de ver y no ver” (Gabriela Rangel). La muestra consta de 18 obras curadas por Ricardo.
Lygia Clark fue pionera del arte cinético en Brasil. Se expone su obra Bicho invertebrado (1960): una pieza de aluminio que pareciera un origami dispuesto a manipularse. Elías Crespin, artista venezolano quien tiene una obra —L’Onde Du Midi— expuesta permanentemente en el Museo de Louvre, es un genio de las matemáticas, la programación y el cinetismo. Su obra HexaNet on tubes (2015) danza sostenida por hilos de nylon invisibles movidos por motores y una interfaz electrónica. Una pieza de magia que hipnotiza. Don Carlos Cruz Diez es uno de los artistas más grandes del movimiento cinético. Reconocido por sus estudios acerca del color: concebido como una realidad autónoma sin necesidad de soporte o forma. Asombra su Physichromie 153 (1965), un acrílico sobre madera con cartón con insertos de plástico y madera.
La gran Gertrud Goldschmidt —conocida como Gego— fue un parteaguas en el desarrollo del arte cinético de Venezuela. Sus estructuras lineales y geométricas exploran la espacialidad y la relación entre el vacío y el volumen. En RGR podemos admirar tres obras de ella, siendo mi favorita la Sin título (1971), un cable torcido de acero inoxidable con cuentas de metal. El danés Jeppe Hein construye instalaciones interactivas que invitan al espectador a moverse dentro de ellas. Amigo del humor, combina elementos minimalistas y de arte conceptual. Sus globos de colores instalados en los techos generan un ambiente lúdico. Su pieza Twisted Geometric Mirror I (2016) invita a recorrerla sin pudor y admirar todos sus vértices. Dialoga magistralmente con una pieza del argentino Tomás Saraceno, Stratus nebulosus niveus (2024), una instalación de acero y acrílico iridiscente. Al artista le interesa el movimiento del aire y el cambio climático.
La exposición que acoge también a artistas como Julio Le Parc, Nicolas Schoffer, Jesús Rafael Soto, Gunther Uecker, Din Yi y Magdalena Fernández estará hasta el 1 de noviembre. Le aconsejo no perdérsela.