Cultura

Tiempo de híbridos

  • Taller Sie7e
  • Tiempo de híbridos
  • Laura Olivia Hernández

¿Qué prefieren una historia urbana o una historia humana? Preguntó al público Rockdrigo González como introducción a su canción: Perro en el periférico. Y si la escuchamos hoy, después de cuarenta años de su muerte, nos identificaríamos, ¿quién no ha sentido que vive una representación teatral? Sin rumbo, perdido, confundido, colérico, histérico, igual que ese can.

La tierra gritó el 19 de septiembre de 1985, se abrió furiosa y dejó una grieta de dolor y enseñanza. Muerte, desolación, escombros, ruinas y en medio de ese caos, miles de brazos unidos en armonía, germinó la ayuda como una flor en el desierto, la fuerza, la unión, el espíritu sólido que nos guía a seguir adelante. El poema “Los Heraldos negros” de Cesar Vallejo fue un himno en medio de ese pesar.

Leí El Manifiesto Rupestre, en un libro editado por el ITCA de los tiempos de Libertad García Cabriales, es un texto doble, por un lado: Rockdrigo González, El sacerdote rupestre, ensayos sobre él, de autores que han sido tocados por su música; la otra parte se titula Tiempo de Híbridos, lo componen, narraciones basadas en sus canciones, imbricación de géneros acordes a la actualidad.

Amanda Lalena escribe: El Trazo que se desdibuja: “Me dijeron que yo era la hija de Rockdrigo y luego me dijeron un montón de cosas: buenas, malas y escabrosas”. Se enfrenta a sus recuerdos, desde niña acompañaba a su mamá a los escombros del edificio donde murió su padre, al caer la tarde, iban llegando con sus guitarras los rupestres para armar la tocada: Cabalgo sobre sueños innecesarios y rotos / prisionero iluso de esta selva cotidiana, / y como hoja seca que vaga en el viento / vuelo imaginario sobre historias de concreto /. Cada año lo mismo, hasta que el lugar se convirtió en un estacionamiento. La narración entrelaza coincidencias con su padre: la crónica, la ciudad, la literatura, el final es un íntimo espacio vacío: “De los primeros años de mi infancia recuerdo lúcidamente a un hombre dulce, de anteojos, un padre amoroso; su nombre Rodrigo Eduardo. Él me llamaba por mi segundo nombre: Lalena. No hablo ni hablaré de ese tiempo. Aquellos días son sólo míos”. Sino conoce a Rockdrigo, tampiqueño, huasteco universal, vaya a su música, encontrará historias urbanas y humanas. Carpe diem.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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