Ahora que Banorte reconoció su fracaso en el mundo fintech y concretó la venta de su subsidiaria Bineo, la pregunta obligada es: ¿quién sigue? Otros bancos tradicionales de México hicieron apuestas similares y veo difícil que su desenlace sea distinto.
Cuando Banorte lanzó Bineo a principios de 2024 lo presentó como la pieza que completaba su modelo de negocios “aplanadora”. Su lógica hacía cierto sentido: competir frontalmente con los neobancos (instituciones financieras que operan de manera ciento por ciento digital) para atraer a un segmento de clientes que no ven a la banca tradicional como una opción. Estos clientes, en su mayoría jóvenes, no quieren ir a sucursales y prefieren utilizar una app en su celular para realizar sus operaciones bancarias.
Banorte no fue el único en escuchar el canto de las sirenas. Otros bancos tradicionales siguieron el mismo camino y abrieron subsidiarias para competir en el espacio digital. Santander con OpenBank, Banregio con Hey, Invex con Now y Afirme con Billú.
A mí nunca me convenció este modelo de negocios. ¿Para qué crear una nueva identidad cuando ya se tiene una marca sólida y reconocida? Me imagino que la idea fue darles un perfil fresco a sus iniciativas digitales y separarlas de su negocio bancario tradicional.
El problema es que es casi imposible que las culturas sean compatibles. Un neobanco es un jugador disruptivo que está dispuesto a asumir riesgos significativos y moverse con rapidez. Su intención es redefinir las reglas del juego. Un banco tradicional es conservador, busca proteger el statu quo y se mueve con pies de plomo.
El caso de Banorte es un claro ejemplo de dicha incompatibilidad. La venta de Bineo a Klar deja ver que los gigantes tradicionales difícilmente pueden incubar startups desde cero. Y vale la pena notar que lo que más le interesó a Klar no fue la plataforma digital, sino la licencia bancaria. De cualquier manera, que fintechs como Klar se fortalezcan son buenas noticias para los consumidores. Siempre son bienvenidas la competencia y la innovación.
Hay que reconocerle a Banorte su decisión de admitir rápido su error y de seguir adelante. No debió ser fácil. La aventura le costó 100 millones de dólares, pero fue la decisión correcta y encaja en el mantra de Silicon Valley: fracasa rápido.
No veo que otros bancos tradicionales actúen con la misma celeridad para deshacerse de sus filiales fintech. Por supuesto que a algunos les puede ir bien. OpenBank, de Santander, superó 100 mil clientes y mil millones de pesos captados en pocos meses. Pero será la excepción y me queda la duda si su éxito será sostenible.
Lo cierto es que no está en el ADN de un banco tradicional crear un neobanco y comportarse como un disruptor digital. Mejor seguir los pasos de BBVA, antes Bancomer, que sin renunciar a su esencia y utilizando su propia marca, hoy compite de tú a tú con las mejores fintech.