La anunciada reforma administrativa en Torreón, que según notas informativas está ya en marcha, deberá fundamentarse con absoluta seriedad y un alto sentido de responsabilidad social, muy por encima las acostumbradas sesiones de cabildo donde por unanimidad se aprueba todo, incluso siendo omisos ante las frecuentes y desafortunadas declaraciones de la autoridad municipal.
Por como viene sucediendo hace por lo menos 30 años, Torreón se encamina, irremediable, a acrecentar sus graves problemas.
No solo es la falta inhumana y distribución injusta del agua. No. El caos citadino es evidente: calles y avenidas en pésimo estado y cuyo terrible y chambón bacheo las empeora.
Numerosas banquetas destrozadas.
Que no llegue la noche por la penumbra y el miedo a caminar por diferentes rumbos de la ciudad.
Los embotellamientos vehiculares por aquí y por allá quedan excluidos de medidas inteligentes que desahoguen el intenso tráfico de automóviles, camiones, motos y el añejo y decrépito transporte público.
La prohibición de dar vuelta en innumerables esquinas provoca largas filas de carros y molestias de unos y otros, hasta mentarse la madre.
Las costosas macetas y demás adornos en la eterna e inacabada calzada Colón son un fiasco, estorban.
La obra vial en Cuatro Caminos es un laberinto. El circuito Independencia privilegiará el uso del vehículo y los peatones pagaremos las consecuencias.
Las costosas obras y lucrativas por encima de otras necesidades en diferentes zonas de “Mi querido Torreón”. Y ahí viene el malogrado Metrobús con otro nombre.
La basura pulula por todos lados, como el número de perros callejeros que la ensucian todavía más.
El paisaje urbano da tristeza, acongoja.
Más personas, muchas jóvenes, deambulan perdidas, extraviadas, alteradas de sus facultades mentales sin que nadie, ninguna institución ni ninguna dependencia haga algo, ni siquiera voltean a verlas.
Son sujetos invisibles para los medios.
No los vemos, son nadie, son nada.
Torreón es ya muchos Torreones.
Me he negado a llamar Zona Metropolitana a lo que dista muchísimo de serlo.
No basta con planes, declaraciones, oratoria, ni con fotografías, y decir mentiras tras mentiras.
Seguimos siendo una zona conurbada y ya. La planeación interestatal es inexistente, nula en este pedazo de geografía compartida por Coahuila y Durango.
La Zona Metropolitana de la Laguna es un membrete.
Quien lo dude que recorra, vea, observe, revise la prensa, lo que han dicho diversas autoridades municipales y estatales.
Son palabras sin acciones ni medidas. En cambio hay celo, incompetencia, discriminación, bravuconadas de uno y otro lado.
Los Institutos Municipales de Planeación una burocracia de élite.
Quizá reúnan información importante, interesante, pero inútil ante lo que se ve: desorden, caos, lentitud, estratificación, ninguneo, discriminación y racismo.
En Torreón cada quien hace lo que se le pega la gana, quizá sea algo genealógico. Y desde arriba está el mal ejemplo.
El supuesto proceso de reforma municipal es urgente.
No estaría mal que se convoque a foros abiertos y que la población, la gente que habitamos Torreón, acudamos y hagamos saber nuestras ideas, las digamos y seamos escuchadas, que nos escuchemos.
Porque ni el alcalde y ni su (de suyo) cabildo tienen la razón ni la verdad absoluta para decidir por la totalidad de la población.
¿O sí?
La reestructuración de la vida municipal es algo relevante, un pendiente para bien de la vida administrativa, política, social y cultural de la ciudad.
Una planeación que atienda a los ejidos y a sus pobladores, que tome en cuenta a las colonias olvidadas, a sus colonos condenados a medio vivir por ser pobres.
Retomar la fuerza y autenticidad de su historia es inaplazable para Torreón.
Basta de cacicazgos y de señores feudales. Basta de gobernar la ciudad por caprichos y por intereses corruptos.
Creo que las autoridades no están a la altura de la ciudad. Les queda grande. Nos queda grande.
