Estamos en plena efervescencia de dictaduras.
Todas son dictaduras de la mala leche.
De la dictadura de la tergiversación y la mentira.
De la dictadura de la intolerancia.
De la dictadura del desprecio a la otredad.
De la dictadura de la exacerbación irracional.
De la dictadura de la estupidez.
No hay cordura ni civilidad, no hay aceptación. Nos come la arrogancia, la cerrazón y la miopía.
Estamos siendo víctimas de una pandemia de dictaduras. Ejemplos emblemáticos: las de las encuestas y la del periodismo.
Será la edad, los años vividos, la experiencia y años acumulados de seguir la vida política del país, de Coahuila, de Torreón, de la Laguna.
Y cuando digo política digo todo: vida social, la del pueblo y la de división de clases, la económica, la empresarial, la obrera, la campesina, la deportiva, la cultural, las religiones.
No hay día que no me informe de lo que pasa aquí, allá, y más allá, lejos.
Definitivamente la dictadura del solo yo estoy bien y solo yo tengo la razón, hace alarde.
La dictadura de los apegos y del falso conservadurismo cabalga y fuerte.
La dictadura del individualismo y del egocentrismo se acentúa. Divos y divas han tomado por asalto la palestra pública.
La dictadura de los partidos políticos en México, en Coahuila, es aplastante.
La dictadura del sistema hecha régimen se reinventa y obsesiona por mantenerse.
La dictadura gubernamental -municipal, estatal y federal-, es unívoca, pero equívoca.
La dictadura de la verborrea nos aturde.
La dictadura de las leyes es invariablemente cortoplacista.
La dictadura hoy de los medios de comunicación no tiene antecedente.
La dictadura del mercenarismo periodístico es provocadora.
La dictadura del vedetismo político ocupa noticiarios y portadas.
Las dictaduras de la manipulación, del engaño, de la mentira, de la demagogia, del escarnio y del golpismo político las vemos y las padecemos cada instante.
La peor es la dictadura, perdón, del pendejismo. ¿Cómo y qué debemos hacer para desterrarla de nuestra vida diaria?
¿Por qué no abandonamos a su suerte a los engañabobos, a los falsos, a los supuestos “líderes” de opinión y a quienes llegan a puestos y cargos públicos para incumplir y lucrar?
Si nos decidiéramos, el 2 de junio podríamos decir adiós a las múltiples dictaduras con que nos han conformado como sociedad desde los años 50 del siglo pasado.
Me retumba la frase del escritor peruano Mario Vargas Llosa y que tanta ámpula levantó entre políticos, gobernantes e intelectuales -se desgarraron las vestiduras- cuando dijo (1990) que México era “una dictadura perfecta” y se atrevió a comentar críticamente los tantos del PRI en el poder.
Un PRI reinventado, reeditado y azulado que jamás hubiese sido creíble en tiempos menos aciagos para la dignidad ideológica partidista.
“Una dictadura perfecta”, enriquecida por periodistas y comentólogos ansiosos de volver a convenir arreglos millonarios.