La mejor manera de adentrarnos al personaje que nos reúne, escritor entrañable del género épico, es saber que como promotores del hábito de la lectura y la escritura debemos practicar esto, así como propiciar la reflexión. Entonces haremos un taller interactivo a partir del ejercicio de lectura en voz alta de algunos poemas, un cuento y el fragmento de la novela La paloma, el sótano y la torre (1949) que tiene que ver, esta última, con que lo somos y queremos ser en León a partir de los sucesos reales e imaginarios que le ocurrieron a Efrén Hernández (1904-1958).
Para comenzar conviene para todos enterarnos quién es el célebre autor referido. Por ello dejemos que la voz de Guadalupe Dueñas autora de Imaginaciones (JUS, 1977) nos de su apunte sobre el célebre Tachas, sobrenombre con que sus amigos cercanos lo designaban:
“Nunca imaginé que se convertiría en añoranza. Lo veía moverse, ir y venir como un efluvio, tan absorto, tan ingrávido, que no podía desaparecer puesto que nada le quitaba al mundo. Estaba hecho de esa esencia que únicamente se advierte en el sueño y que es más ligera que un suspiro. Vivía “entre apagados muros, a veces tan hondo e incomunicado… era como una esfera vertiginosamente conturbada.
Cómo me arrepiento de no haber grabado lo que hablamos en los largos coloquios de aquellos días, días que se desvanecieron como el polen que dispersa el viento. Su recuerdo va unido al de amigos que su endeble figura sostenía: garfio y liga de anhelos y de voces, ronda de cantos memorables, capullo que fuimos deshilando. El artista verdadero —decía, advirtiendo mi gula— debe restarse el alimento, y comer, si acaso, como una mariposa. Plotino no le dio nada al cuerpo para fortalecer su pensamiento.
Poeta angélico, mago y faquir nutrido de imágenes y poesía. Musical esqueleto arborescente, con menos peso que la hojarasca de otoño. Silueta de relámpagos. Varón sin “Tachas”, ¿dónde quedaron la paloma, el sótano y la torre? ¿Dónde tu corazón? Nos dejaste un día señalado con luz, como no hubo nunca ninguno otro igual… Un día en el que quizá, hacia este triste suelo nuestros olvidado, mirar con más amor se dignó el cielo, y en el que quizá, de hecho, las estrellas estuvieron más cerca de nosotros; un día sólo día, sin más materia extraña que la Luna inocente…
Yo te añoro porque viví tus postrimerías y me clavaste un dardo, que cuando alguno de los tuyos se marcha se ahonda en la herida. Poeta descalzo, eremita paupérrimo que atesoraba palabras para derrocharlas. Aún me parece verte, sublime artesano, labrador de joyas de alambre que nunca vendías, pero que ibas tejiendo con dedos inconsútiles. ¿Quién conservará las cuentas que ensartaron tus manos?”.
Así nuestro descubierto autor.
Juan Carlos Porras