En el mundo de los negocios y, en general, respecto a las estructuras político-económicas, es muy productivo cuestionarse qué es la estrategia y qué hace a una decisión inteligente.
En primera instancia, debemos contemplar que no podremos juzgar la conveniencia de nada sin antes tener los objetivos claros. Por lo tanto, una elección inteligente se definirá en función de su aportación para conquistar la meta final. Desde aquí suele comenzar la confusión.
Muchos empresarios tienen clara la intención de hacer la mayor cantidad de dinero, pero pocos se preguntan para qué.
Irónicamente, en el contexto contemporáneo, pretender acumular riqueza solo por acumular riqueza resultará en una importante resistencia. Es decir, las empresas que no definen una razón de ser que aporte un bien común se vuelven menos atractivas y valoradas por los consumidores.
Consecuentemente, el primer factor en la Biointeligencia Estratégica es determinar un propósito fuerte alineado a aquello que nos motiva más profundamente como seres vivientes: proteger la resistencia y prevalencia de la vida en todas sus manifestaciones. Marcas como Tesla ya han demostrado el alto impacto en el valor percibido de sus productos por representar un movimiento que defiende el Planeta.
En un siguiente plano biológico, las fuerzas que motivan las decisiones del ser humano más frecuentemente provienen de instrucciones genéticas. Aquellas tendencias de comportamiento que han representado ventajas de supervivencia se convierten en una fuente de emociones y sentimientos positivos muy potentes, tanto al desearlas como al satisfacerlas, lo cual alimenta directamente la creación de valor.
Por ejemplo, viajar a las Olimpiadas de 2024 en Francia y adquirir un palco preferencial será muy valorado, no por el servicio, transporte u hospedaje per se, sino porque representará deseos instintivos —programados genéticamente— de descubrimiento, dominación y reconocimiento cumplidos, lo cual derivará en una gama de sentimientos positivos antes, durante y después del evento.
Para modelar una estrategia de negocios inteligente, es requisito considerar lo que realmente nos hace valorar y actuar: los fenómenos biológicos que operan en las interacciones y experiencias humanas. Hasta el día de hoy, no le vendemos a robots, algoritmos digitales ni organismos de otro planeta, sino a seres humanos con una bioarquitectura particular. Comprender la genética, neurofisiología y psicología —entre otras bases disciplinarias— de la conducta humana significa herramientas muy potentes para optimizar la rentabilidad y conquistar cualquier objetivo.
Además, esta visión amplia también es necesaria para mitigar los efectos adversos de nuestros propios sesgos cognitivos; la mente nos juega muchas trampas que han representado ventajas de supervivencia, pero que en nuevos contextos nos llevan a elecciones equivocadas. En otras palabras, la Biointeligencia Estratégica sirve para motivar y predecir comportamientos, pero también para tomar decisiones más inteligentes y, lo más importante, proteger la prevalencia de la vida.