Adrián Ponce nació con complicaciones que impidieron la adecuada oxigenación de su cerebro, lo que derivó en parálisis cerebral infantil (PCI). Esta condición le impide caminar, controlar la mayoría de sus movimientos y articular el habla con claridad. Nunca ha conocido otra realidad fuera de la discapacidad. Solo puede mover con precisión su pie derecho. Con ese único punto de control y una mente lúcida ha logrado impulsar un cambio profundo en la conversación sobre inclusión.
A sus 36 años es creador de contenido dedicado a explicar y visibilizar la discapacidad, autor de la novela Detrás de las ruedas –un testimonio sobre las adversidades de un joven en silla de ruedas– y un entusiasta defensor de la resiliencia. Conversé con él para conocer el estado de su empeño constante por abrir caminos hacia la inclusión.
¿Cómo va tu esfuerzo por cambiar el mundo de la discapacidad? ¿Qué se ha logrado?
“Estamos mejor que antes. Cuando yo empecé era el único que hablaba de esto. Ahora ya hay muchos influencers, muchos creadores de contenido con discapacidad, y eso me alegra. Pero aún falta mucha conciencia. Siempre digo algo que creo de corazón: la discriminación no nace de la maldad, sino del desconocimiento”.
¿Qué deberían hacer las autoridades?
“Que se pongan en nuestro lugar. De poco sirve que existan camiones adaptados si la parada está llena de escombro o no hay banquetas adecuadas. Que hagan un recorrido y entenderán nuestras necesidades básicas. Empatía”.
De sus experiencias personales surgen propuestas concretas. “Algo muy práctico es el transporte por aplicación. Es común, pero en nuestro caso siempre debemos preocuparnos por si la cajuela está disponible para una silla de ruedas. Me parece un problema con una solución sencilla: verificar el perfil del usuario como persona con discapacidad y que la plataforma envíe un auto adecuado”.
Como sociedad, ¿qué nos falta comprender?
“En estos siete años en los que estuve muy metido en el tema me di cuenta de muchas cosas. Si tú le preguntas a cualquiera si apoya la inclusión, todos te van a decir que sí, pero al momento de llevarlo a la práctica muchos se quedan solo en palabras. Una vez, una dependencia de la Comisión de Derechos Humanos me invitó a dar una charla… y no consideró pagarla. Más que el dinero, se trata del valor del trabajo”.
Adrián continúa moviendo su pie derecho. Sigue intentando transformar su mundo –nuestro mundo– y, ante todo, continúa enfrentando miedos, prejuicios y la falta de empatía que aún persiste alrededor de la discapacidad.
