Boca Juniors, Palmeiras, Internacional y Fluminense, tradicionales semifinalistas de la Copa Libertadores de América, aparecen como instituciones lejanas y desconocidas entre las nuevas generaciones de aficionados, periodistas y medios mexicanos, que han encontrado mayor cercanía e identificación en los clásicos equipos europeos.
La cobertura y difusión del torneo de clubes más importante de nuestro continente, palidece ante cualquier partido de Champions League, Europa League y en general cualquier partido relevante de la Premier, LaLiga o la Bundesliga.
Hay un enorme segmento de afición que los sudamericanos han perdido con la desaparición de la Libertadores en las viejas pantallas de televisión, y la aparición de los principales torneos europeos en los dispositivos móviles, las plataformas digitales y los servicios de streaming.
La vieja Copa, dueña de un prestigio y una solera incomparables, no ha encontrado todavía su lugar en este nuevo mundo dominado por otro tipo de señales, capaces de llegar a un público mayor. Por extraño que parezca, mirar, hablar o seguir la Libertadores se volvió una experiencia casi exclusiva para fanáticos y especialistas muy conocedores que encuentran en ella un antiguo refugio del industrializado futbol europeo donde las grandes inversiones, transmisiones y audiencias se han concentrado.
De alguna manera ese carisma y personalidad que en apariencia la hacen ver como una competición antigua y olvidada, son sus principales fortalezas. Viajar en el tiempo, en ocasiones hacia atrás y no siempre hacia adelante, le hace falta a un futbol envuelto en una cantidad de capas y cosas que no siempre le aportan valor, transformándolo en un espectáculo que muchas veces parece superficial.
Mientras la Copa Libertadores defiende su espacio en América y vuelve a descubrir ese su lugar de privilegio que tiene en el mundo, disfrutémosla tal como es.