Un rayito de esperanza iluminó los pequeños ojos del cartujo al escuchar al Presidente de la República decir en su segundo Informe de gobierno: “Ya no hay torturas, desapariciones ni masacres (en México)”. Tal vez debió precisar: ya no hay masacres perpetradas por policías, militares y marinos, aunque, como la primera, la segunda aseveración tampoco fuera verdad, como advierten los especialistas.
El espectáculo de la violencia y la muerte se ha vuelto cotidiano. En un video, la noche del pasado 3 de julio un grupo de soldados se enfrenta a balazos con presuntos delincuentes en Nuevo Laredo, Tamaulipas. En la refriega murieron 12 personas, entre ellas tres secuestradas, atadas de pies y manos, y una ejecutada a sangre fría.
En otro video, el 28 de agosto, también en la noche, seis marinos irrumpen en un domicilio de Cunduacán, Tabasco, para robar a una familia, sin importarles los gritos desesperados de mujeres y niños, indefensos ante la barbarie de los intrusos, uniformados y con armas de alto poder. No murió nadie, no fue una masacre, pero sí un imperdonable atentado contra la población civil.
En ambos casos, las autoridades han prometido investigar y castigar a los responsables, tal vez obligadas por las escenas repetidas una y otra vez en la televisión y las redes sociales.
Experto en temas de seguridad, Eduardo Guerrero Gutiérrez recuerda como el terminar con los abusos militares fue una de las banderas López Obrador. Pero esto no ha sucedido.
En el mismo Tamaulipas, el 19 de agosto hubo un enfrentamiento en el municipio de Miguel Alemán y al día siguiente otro en Nuevo Laredo, en el primero fueron abatidos nueve civiles y en el segundo ocho.
“La letalidad de estos hechos pareciera sugerir que, al menos en la lucha contra la ‘Tropa del Infierno’ del Cártel del Noreste (…), el Ejército ha optado por retomar algunas de las peores prácticas del pasado”, dice Guerrero Gutiérrez.
De acuerdo con la organización Causa en común, entre enero y junio de este año se cometieron en México 368 masacres reportadas en los medios. Tal vez alguien debería decírselo al Presidente.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.