En La llamada de la tribu (Alfaguara, 2018), biografía intelectual de Mario Vargas Llosa, a quien sus malquerientes en México no le perdonan haber denominado al régimen priista “la dictadura perfecta” ni haber definido al sumo pontífice de la 4T como “populista y demagogo”, el último protagonista del boom latinoamericano, quien murió el Domingo de Ramos, dice: “La izquierda ha logrado identificar a los liberales con los conservadores, lo cual es falso. Los conservadores quieren mantener el pasado. Un liberal opina que el progreso está en el futuro. Además, los conservadores suelen ser religiosos. El liberalismo defiende el Estado laico y, por lo tanto, la libertad moral individual: el matrimonio gay, el aborto, la legalización de algunas drogas. Un liberal cree en la igualdad de oportunidades, no en una sociedad de clases”. Un liberal —piensa el cartujo— no cree en las prohibiciones, de alimentos (así sean chatarra), de canciones (incluso si son narcocorridos), de espectáculos o exposiciones (aunque para algunos resulten deleznables), sino en la educación como única manera de igualar a una sociedad “hacia arriba” —como deseaba Reyes—, en la aplicación de las leyes y en la justicia para todos, en el cumplimiento de los derechos y deberes ciudadanos, en la rendición de cuentas de los gobernantes.
En el suplemento Laberinto, Víctor Núñez Jaime, su alumno en El Escorial y su amigo por más de 20 años, recuerda sus conversaciones con él, “sin que (¡nunca!) nuestras diferencias ideológicas se convirtieran en un obstáculo”. Un día le dijo: “Tu obligación como periodista, es ser ante todo un demócrata”. Se lo dijo, consciente de predicar con el ejemplo.
En Sables y utopías. Visiones de América Latina (Aguilar, 2009), Vargas Llosa asume su compromiso liberal y escribe: “El liberalismo […] es tolerancia y respeto a los demás, y, principalmente, a quien piensa distinto de nosotros, practica otras costumbres y adora a otro dios o es un incrédulo”. Admitía, por eso, la posibilidad de cometer errores, mientras sus adversarios podían tener razón. Pero lo sabemos, era un conservador.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.