Grandes plagas de vampiros se extendieron durante la Edad Media por varios puntos de Europa. Miles de aldeanos sucumbían al miedo que causaban los muertos que no morían, también los que dejaban la tumba para regresar a su pueblo justo a la hora de cenar.
Hallazgos arqueológicos en entierros de Europa Oriental muestran cadáveres encadenados, con una hoz en la mandíbula y, por supuesto, el consabido muerto con una estaca atravesando su corazón.
Era el reino de lo mágico. La lepra o trastornos hereditarios como la porfiria, también la rabia y la catalepsia, sin dejar de mencionar la tuberculosis, el ciudadano común los asociaba con el vampirismo.
Siglos han transcurrido desde entonces, pero el tema continúa con la tumba abierta.
Muy lejos de la ficción, los vampiros ocupan un lugar privilegiado en los anales universales del crimen. La presencia de un asesino serial que practique el vampirismo revive el terror que nuestros ancestros sentían ante un monstruo proveniente del mundo de las ideas.
Los vampiros homicidas forman una muchedumbre oscura y se les encuentra en diferentes fechas del siglo XX y en distintos puntos de nuestro atribulado planeta.
Fritz Haarmann, El vampiro de Hannover, es responsable de más de una veintena de asesinatos. De septiembre de 1898 a junio de 1924, el hombre violó, asesinó y descuartizó al menos a 27 jóvenes, de entre 10 y 22 años. Existen indicios de que Haarmann consumía la sangre de las personas que degolló.
El soviético Andréi Chikatilo, El carnicero de Rostov, asesinó a más de 50 víctimas adolescentes, hombres y mujeres, en una carrera criminal que abarcó prácticamente 15 años. Extrajo ojos de sus presas, removió órganos sexuales, los canibalizó y bebió sangre en más de una ocasión.
Richard Trenton Chase, El vampiro de Sacramento, acabó con la vida de seis personas en menos de un mes de 1977. Consumía alcohol y drogas y tenía graves problemas mentales. Obsesionado con los flujos corporales, mutiló a sus víctimas (mujeres y niños) antes de beber directamente de sus cuerpos, pensaba que periódicamente debía reponer sangre pues pensaba que se le escapaba porque no tenía una arteria pulmonar.