En enero de 1974, los cuatro integrantes de la familia Otero desayunaban plácidamente en su hogar de Wichita, Kansas, cuando escucharon que alguien tocaba la puerta. El señor Joseph Otero se levantó y fue a abrir con la confianza que da vivir en un lugar que hasta entonces era tranquilo. El jefe de familia se encontró con un hombre que le apuntaba con una pistola. En el interior del inmueble, el individuo sentó a cada uno de los Otero en las sillas del comedor, amordazándolos.
En un principio Rader dijo que solo iba por el auto familiar y el dinero. No fue así, los Otero, dos de ellos menores de edad, fueron asfixiados con bolsas de plástico. Julie Otero, de 34 años, y Josephine Otero, de nueve años, sufrieron un destino terrible: antes de ser asfixiadas, fueron violadas. El elusivo asesino volvió a atacar en cuatro ocasiones más, completando un total de 10 víctimas en un lapso de 40 años. De acuerdo con las cartas que el presunto asesino comenzó a enviar a la policía, una cosa quedaba en claro: se trataba de un hombre con un ego bastante inflado. De hecho, el criminal se adelantó a la prensa –siempre propensa a poner apodos— y se autodenominó BTK (Bind/ atar, Torture/ torturar, Kill/ matar).
Después del asesinato de los Otero, el resto de las víctimas de BTK fueron mujeres: Kathryn Bright, de 21 años, el 4 de abril de 1974; Shirley Vian, de 24 años, el 17 de marzo de 1977; Nancy Fox, de 25 años, el 8 de diciembre de 1977; Marine Hedge, de 53 años, el 27 de abril de 1985; Vicki Wegerle, de 28 años, el 16 de septiembre de 1986, y Dolores E. Davis, de 62 años, el 19 de enero de 1991. El asesino, con una fuerte vena sádica, sentía una extraña fascinación por la ropa interior femenina, la que utilizaba incluso para asesinar a sus víctimas. Después de su ataque a Dolores E. Davis en 1991, el homicida dio la apariencia de retirarse. Ciudadanos y autoridades especulaban acerca de si BTK había muerto o había sido detenido y estaba en la cárcel.
En 2004, un artículo publicado por un periódico de Kansas sugería que nadie recordaba la época de terror que impuso en Wichita el asesino que se hacía llamar BTK. La vanidad del criminal se puso en movimiento y, en marzo de 2004, el periódico Wichita Eagle recibió una carta con información del asesinato de Vicki Wegerle, ocurrido en 1986, hasta entonces sin resolver y cuyos pormenores solo eran conocidos por el perpetrador. En su cruzada por no caer en el olvido, en febrero de 2005 el delincuente envió un disquete a uno de los noticieros de Fox Tv en Wichita.
Tras ser utilizado en el noticiero, el disco flexible fue analizado por los expertos de la policía, quienes encontraron una huella digital. Los especialistas también descubrieron que el nombre del último usuario era “Dennis”. Los metadatos revelaron el nombre de la Iglesia Luterana de Cristo, donde fungía como presidente del consejo “Dennis”, es decir Dennis Rader, BTK. Debido a que en la época de los ataques de Rader la pena de muerte en Kansas enfrentaba una moratoria, Rader fue condenado a 10 cadenas perpetuas por cada muerte, lo que garantiza que BTK, ahora con más de 70 años, nunca saldrá de prisión.
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