Política

El triunfo del huipil o todas son de “izquierda”

Alfredo San Juan
Alfredo San Juan

Dice mucho de los tiempos que vivimos el hecho de que las tres mujeres y el hombre que se disputan la Presidencia se digan de izquierda o centro izquierda o expresen su simpatía por estas banderas. Lo hacen por razones obvias Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, al pertenecer a una fuerza política que así se define. Pero sorprende que también lo hagan las candidatas de la oposición. Una oposición variopinta, pero claramente dominada por los sectores conservadores y contrarios a las políticas populares del presidente Andrés Manuel López Obrador. Va más allá de la anécdota de que las dos contendientes a las que ha recurrido la oposición suelan vestir de huipil.  

No es casual que sea Beatriz Paredes la abanderada del PRI y no sus correligionarios Enrique de la Madrid o José Ángel Gurría, quienes buscaron la candidatura con más ahínco y anticipación. A estos dos se les vincula con el ala neoliberal del partido, mientras que Paredes ha cultivado una imagen asociada a la tradición asistencialista del PRI, sea real o ficticia. Más aún, recordemos que ella hizo campaña en 2012, en sus aspiraciones fallidas de gobernar la capital, bajo el lema “que la verdadera izquierda gobierne a Ciudad de México”. Ya en 2008 fungió varios años como vicepresidenta de la Internacional Socialista, una agrupación mundial de los partidos socialdemócratas y socialistas del mundo. Nada de eso ha impedido que por lo general, en tanto legisladora o dirigente del PRI, haya apoyado las agendas de los gobiernos neoliberales y conservadores, salvo honrosas excepciones cuando gobernó el PAN. Pero en política lo que cuenta es la imagen y es justamente esa imagen lo que la hace más competitiva que a sus pulcros y elegantes compañeros priistas.

Algo similar sucede por el lado del PAN. Xóchitl Gálvez muy probablemente gane la candidatura de la oposición justamente porque es la opción menos “fifí” que pudo encontrar el partido asociado a la derecha o a la centro derecha. No es un secreto que Santiago Creel era la opción preferida de la dirigencia del partido, pero debieron rendirse ante los categóricos sondeos de intención de voto que descartaban toda posibilidad de triunfo de su preferido. La inclinación por Xóchitl no solo remite al atractivo que sus orígenes humildes ofrecen para una campaña mediática, también porque sus ambiguas posiciones ideológicas favorecen la construcción de una narrativa populachera. La única de las opciones de la oposición que claramente se había mostrado favorable a los apoyos sociales que derrama la 4T.

Y dicho sea de paso, justamente este fue el motivo, o el pretexto, que originó la polémica con Andrés Manuel López Obrador, quien erróneamente la acusó de ser contraria a tales apoyos sociales. Ella pidió derecho de réplica para corregirlo, él se lo negó y lo demás es historia. En este espacio he argumentado que esa polémica, que catapultó en términos mediáticos a Xóchitl, puede ser leída como un error de López Obrador, pero también como una astuta estrategia para eliminar a la candidata más peligrosa para la batalla por Ciudad de México, donde Morena enfrenta un escenario mucho más frágil.

Lo cierto es que los comicios presidenciales este verano serán dominados por la disputa del voto de las grandes mayorías. En cierta manera siempre lo son, pero en esta ocasión el interés de esas mayorías claramente está asociado a agendas tradicionalmente vinculadas a la izquierda.

Más allá de las muchas o pocas posibilidades que hubiese tenido Lilly Téllez para avanzar en la búsqueda de una candidatura, llama la atención la rapidez con la cual desapareció de la contienda una vez que ella se decantó por una agenda explícitamente de derecha, con rasgos ultra incluso. Pese al arrastre mediático que habían conseguido sus intervenciones estridentes y llamativas, que la llevaron a puntear las encuestas entre los precandidatos de la oposición, nunca calibró que los tiempos eran contrarios a esas posiciones.  

El hecho de que unos y otros intenten presentarse con la casaca más popular posible nos habla de  las particularidades de este momento y revela, entre otras cosas, el éxito que tuvo López Obrador en “normalizar” la necesidad de priorizar a los pobres. De una u otra manera impuso un paradigma político al que la propia oposición se ve constreñida. La candidata de la derecha y parte del centro político será Xóchitl o Beatriz, porque es más factible que el votante las crea portadoras de una preocupación por las mayorías empobrecidas que a Santiago Creel, sea o no cierto.

La clave de este desplazamiento de prioridades en realidad reside en que las propias mayorías empobrecidas se identificaron con este paradigma y no exigen menos que eso. La oposición nunca se dio cuenta de que algo había cambiado en 2018 y fue incapaz de desarrollar estrategias y proyectos para responder a esas exigencias a partir de su propia visión del mundo. Creyeron que bastaba con criticar y “desenmascarar” a López Obrador. Hoy sus candidatos tienen que camuflarse con colores que antes habrían repudiado. Hace seis años ni en sus peores pesadillas las élites habrían estado de acuerdo en recurrir a Xóchitl Gálvez o a Beatriz Paredes para gobernar al país.

Lo anterior no se restringe a México. La ola de triunfos que ha teñido de rojo el mapa latinoamericano remite al hartazgo por la desigualdad social, la desconfianza a las élites tradicionales y la molestia frente a los excesos de las políticas neoliberales. Es el signo de los tiempos en esta parte del mundo. No así en las llamadas metrópolis, Europa y Norteamérica, en que el populismo político es claramente de derechas. No solo se advierte en el crecimiento de los partidos conservadores desde Escandinavia hasta la Europa mediterránea, también en el desplazamiento de las agendas de los propios partidos socialdemócratas. Nadie puede permitirse una política abiertamente favorable a la migración y esperar ser elegido, por ejemplo.

Me temo que llegará algún momento en que las prioridades de las mayorías se desplazarán a otra exigencia. En algunos países de Centroamérica la inseguridad comienza a convertirse en una pulsión cada vez más importante para efectos electorales. La dureza de Bukele en El Salvador en contra de la delincuencia alienta imitadores. Espero que no sea esta la “narrativa” determinante en 2030 en México. Sería terrible para todos que el próximo leitmotiv en la intención de voto sean las promesas de mano dura de los candidatos y dejen de lado las propuestas para ver por los que menos tienen.

Hoy la prioridad es otra, por fortuna, aunque exija vestirse de huipil, físico e ideológico.


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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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