Política

México, España y la práctica del perdón

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A México y a España los une un pasado difícil, pero ello no tiene por qué impedir las buenas relaciones. Los humanos se pelean, se perdonan, se reconcilian y llegan a gozar de los beneficios de la amistad y la cooperación mutua. Es vasta la evidencia psicológica e histórica de lo importante que es el perdón para alcanzar este último paso. Si una persona comete un agravio pero no hace nada para mostrar que entiende el daño cometido ni buscar repararlo, ¿por qué volver a con fiar en ella?

El bicentenario de la consumación de la Independencia mexicana nos exige una re flexión. En ese contexto y con el respeto que caracteriza a la diplomacia mexicana, el presidente López Obrador envió una carta al Vaticano y al Palacio de la Zarzuela, no con el fin de buscar resarcimiento, sino de avanzar la amistad entre naciones. El gobierno de México dio un primer paso, avanzando la mitad del camino y pidiendo encontrarse en medio en una reconciliación histórica donde el Estado mexicano reconozca sus agravios contra las comunidades indígenas y donde la corona española y la Iglesia católica hagan lo propio.

Este gesto de amistad fue respondido de maneras diametralmente opuestas. El Papa Francisco respondió reiterando el perdón que él y sus antecesores ya han ofrecido por “los errores cometidos en el pasado” y “los pecados personales y sociales”. Como antecedente, el actual rey de España reconoció hace seis años el enorme daño que causó la corona española a las comunidades sefardíes con su expulsión en 1492, el mismo año en que Colón llegó a América. En cambio, en esta ocasión la corona rechazó la misiva “con toda firmeza” y paradójicamente declaró tener la intención de “intensificar las relaciones de amistad y cooperación” dando una muestra clara de todo lo contrario. El sector conservador español sacó a relucir su racismo y xenofobia con insultos y ataques. Escandalizada por la reacción del pontífice, la presidenta de la Comunidad de Madrid defendió las atrocidades de la conquista por “llevar precisamente el español, y a través de las misiones, el catolicismo y, por tanto, la civilización y la libertad al continente americano”. El partido de ultraderecha VOX declaró que “España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas”. El expresidente José María Aznar se burló del Presidente mexicano, preguntando si el nombre “Andrés” es azteca, si “Manuel” es maya, y si “López” es... Algún asistente al evento no se resistió a la oportunidad de exhibir su ignorancia sugiriendo que los Incas eran de México.

¿Ahora resulta que en América tenemos que agradecer a España por traer al continente la “libertad” que impuso violenta e ilegalmente (según las propias leyes españolas durante la conquista) un régimen colonial y esclavista? ¿Por adoctrinar en el dogma católico con el terror de su inquisición? ¿Por destruir la riqueza lingüística nativa de nuestra América con el homogeneizante idioma castellano? Sólo falta que nos exijan agradecer por la viruela y el sarampión, por la pulverización de la belleza cultural y la pérdida de los conocimientos ancestrales producidos por las civilizaciones del continente.

Entender al otro es también parte importante del proceso de reconciliación. Es importante ver que estos personajes no representan a todos los españoles y considerar que su racismo y xenofobia son producto de la ignorancia, de tener una versión sesgada de la historia, de creerse las acciones fascistas de superioridad nacionalista, de la nostalgia por el poder, en parte perdido por la elevadísima in ación que causó el insaciable saqueo de metales preciosos en nuestro continente. Podríamos responder a los insultos exigiendo, que no sólo se pida perdón, sino que nos agradezcan por lo que América le ha dado a occidente: por el chocolate y la vainilla, por el tomate que lleva el gazpacho andaluz, por todo los minerales preciosos que adornan sus iglesias y financiaron sus guerras. Pero no hay por qué caer en las bajezas de su juego. Andrés Manuel López Obrador hace muy bien en responder a esos insultos rearmando respetuosamente su disposición al perdón.

En México, los descendientes de españoles pudimos no haber vivido en carne propia los agravios cometidos por los conquistadores, pero los pueblos originarios del continente todavía experimentan los efectos del legado racista en el día a día: en la discriminación que sufren, en la falta de oportunidades y de reconocimiento de su valor cultural. Esto nos afecta a todos como miembros de la misma sociedad y la misma nación. Muchas veces hasta el nombre que reciben, ajeno a su cultura, les recuerda esa inferioridad que se les impuso desde la conquista. Los aires de superioridad aún viven en el sector conservador de España y, hay que decirlo, de México también. ¿Qué tan difícil es reconocer los errores y darle vida a las intenciones de mantener una relación amistosa por medio de pedir perdón? Algunos dirán que hay que superar el pasado y no rumiar en él. Pero, como lo tiene claro el Papa Francisco, hay daños tan aberrantes, violentos y dolorosos que un acto de pedir perdón no es suficiente, se tiene que convertir en una práctica repetida, especialmente en momentos tan simbólicos.

Jorge Oseguera

Doctorante en filosofía y profesor de la Florida State University y el Centro de Investigación en Ciencias Cognitivas de la UAEM


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