Cultura

Toledo ve

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Por la Gran Vía repta una inmensa iguana de tinta ocre y por las tejas de los techos inclinados salta un conglomerado de conejos y tortugas; hoy resuena en Madrid un son jarocho con los aires de Tehuantepec para celebrar en una Casa de México todo lo que Toledo ve. Vio que veía que ve que el arte está en las yemas de los dedos y en la peineta que camina sola sobre la negra noche de una cabellera suelta, con mil patitas de insecto que se plasman en un mosaico que se vuelve mantel que parece huipil enmarcado y entre todas las habitaciones de esta Casa de México en Madrid deambula en autorretrato el rostro intacto de Francisco Benjamín López Toledo que mira absorto cómo le cantan sus sobrinos nietos un son que se entrelaza con todo lo que él convirtió en arte.

Francisco Toledo ve en Madrid una exposición curada por él mismo como testimonio ya sin tiempo de que sus manos ardieron y urdieron la conmovedora universalidad práctica del arte que se vislumbra en radiografía y pequeños murales de pluma, eso que convierte en tatuaje los instrumentos de una olvidada tortura en su lucha por encontrar –por lo menos— a las cuarentaitrés almas perdidas o a los transgresores del sagrado maíz y es el ojo que se vuelve pez de plata con la boca abierta entre las piernas de plata pura y las lámparas que parecen teponaxtles de plátano para alumbrar la mesa de lápices con sillas de lápices al filo de un inexistente juego de pelota donde los guajes llevan agua invisible para que sacien su sed las camisas de papel, los pétalos de alambre y los tejidos ancestrales que se hilaron en un telar hace apenas unos días porque aquí no hay tiempo que corra para que fluya el vaho de la boca de un mono que es dios de los vientos, brincando entre toda la zoología fantástica que soñó un ciego para que la pintara en zapoteco ese tal Toledo que deja de ser toponímico de una ciudad imperial que sigue sentada a pocos kilómetros de Madrid para volverse el habitante de una vieja casona que ya es hogar de México en Madrid desde el instante inexplicable en que me parece que viene volando a solas, hilo suelto como ánima libre un generoso papalote que me mira con los ojos vidriosos y silencios del mejor artista que haya podido darnos ya para siempre el tiempo multiplicado de México, pues visto y no visto, eso es lo que ve Toledo.

Jorge F. Hernández


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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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