Todo esfuerzo a favor del libro y la lectura merece encomio y empeño, a menos de que la voz que lo intenta pontifica afirmaciones universales cursis (amén de falsas) en el sentido de que Ningún lector es agresor. Quien lo afirma está Errada con mayúscula. Sobre todo en México donde el Ejecutivo ha institucionalizado el clima nefando de agresiones constantes contra diferentes gremios, grupos sociales y profesionales, pero también porque la de la Voz ha sido Tutoranda y luego Doctoranda de un Marx (Non-related to Karl) que se ufana en ideologizar la podrida sentencia de que “leer por placer es un vicio del consumismo capitalista”.
Res non verba significa en latín Hechos, no palabras y no —como supone una masa— Las vacas no hablan. En un México donde el poder fertiliza la clonación de rumiantes y un México tan azotado por mentiras y abusos donde no sería imposible escuchar los parlamentos de una vaca, los versos de un cerdo o la ira de un ganso, afirmar que el mejor armamento contra la delincuencia reside en las páginas de un libro (etéreo, anónimo y utópico) es ternurita de buena onda, canción de Silvio cuarenta años después y una suerte de Hello Kitty para la esperanza, pero minimiza el horror que viven miles de víctimas, banaliza la criminalidad que no merece abrazo ni aplauso, deslinda el imperio de la ley y el concepto mismo de justicia con un blando aforismo que no se lo cree ni Marx ni los Hermanos Marx ni los juguetes PlastiMarx: ¿Ningún lector es agresor? Precisa contrastarse con la reciente publicación de no pocos libros que han diseccionado las bibliotecas (leídas y subrayadas) de Josif Stalin y el cobro de regalías que hizo del autor Adolfo Hitler un bestseller del Reich… y lee el violador y paladín del heteropatriarcado que se pierde en párrafos donde quizá se justifica su machismo asesino y lee el cacique que se distrae en delicadas solapas para obviar el profundo daño que ocasionan sus decisiones o caprichos.
El asesino de John Lennon (cuyo nombre jamás repetiremos, sabiendo que sus iniciales son M.D.Ch.) abrió las páginas de esa novela genial de J.D. Salinger, una vez que había vaciado el revólver y así también el orate que intentó asesinar a Ronald Reagan y así también los sicarios que ojean El libro vaquero mientras derriten en ácido a un rival de otro cartel… porque la Res Pública se ha salido del corral racional, babea de más y muge sin rumbo porque de imbecilidad está herrada.
Jorge F. Hernández