Damnatio memoriae, es una expresión latina que significa “condena de la memoria”. En el antiguo Egipto ya usaban esta condena. En la época de los grandes faraones, algunos fueron borrados de la historia.
La causa de tal ignominia fue porque el pueblo les cobró la factura de sus actos despóticos, eliminando todo vestigio del periodo en que “gobernaron” pues siempre fueron tratados como esclavos y ellos sintiéndose dioses todopoderosos.
En Roma, cuando el Senado decretaba damnatio memoriae, se excluía todo vestigio que recordara al inculpado, como eliminar imágenes, estatuas, pinturas, hasta se prohibía pronunciar el nombre del condenado en público.
Algunos emperadores romanos también se les aplicó esta penalidad, previo balance póstumo del Senado. La finalidad era eliminar recuerdos de un enemigo del Estado y del pueblo.
En época reciente los soviéticos también usaron la damnatio memoriae, contra enemigos políticos del régimen, como León Trotsky, Nikolái Bujarin, Grigori Zinóviev entre muchos más. Los argentinos contra Juan Domingo Perón -1955- y su esposa Eva Perón, edificios y plazas públicas donde se mencionara a Perón, fueron cambiados, inclusive se referían a él como “El tirano depuesto” en Alemania y en el mundo, desapareció el apellido Hitler.
Si aquí en México, las autoridades judiciales han sido tan benevolentes con la sentencia a políticos, como Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz y lánguidos y omisos en infinidad de casos de políticos señalados y denunciados por corrupción ante autoridades competentes, se debería aplicar a estas personas la Condena Pública de “damnatio memoriae”, eliminando todo vestigio de su “gobierno” como serían edificios públicos, colonias, calles, avenidas, placas conmemorativas donde se haga mención a su nombre.
Inclusive en los recintos oficiales, donde aparezca las galerías de fotografías de los ex presidentes, ex gobernadores o ex alcaldes, sean eliminados; y no se diga en vialidades, como por ejemplo en Saltillo, donde el anillo periférico lleva el nombre del ex presidente, Luis Echeverría Álvarez, mismo que debería cambiar de nomenclatura a Boulevard “02 de octubre” en conmemoración a la matanza del 1968; hasta ciudades llevan el nombre de “próceres” de la política mexicana, como ciudad Gustavo Días Ordaz en Tamaulipas, frontera con Texas, también el aeropuerto de Puerto Vallarta, Jalisco, lleva el nombre de Gustavo Días Ordaz.
Mérito no justificable, pues como servidores públicos tienen la obligación de cumplir con su deber y no hacer culto a su nombre e imagen.
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