
A estas alturas del siglo XXI la fuente de la lengua española, en ciudades como Londres o Dublín, no mana de las escuelas de idiomas, ni de las universidades, ni de las películas de Almodóvar; esa fuente brota, como un surtidor, en los pubs de ambas ciudades. Las palabras en español que conoce, y va diciendo, un londinense o un dubliner, las ha aprendido de la canción que suena cada noche, y se corea sin falta, palabra por palabra, desde hace años, en esos pubs que hoy forman la retícula más firme e intrincada de nuestra lengua.
Dublín y Londres son ciudades que visito con mucha frecuencia, por eso conozco esta realidad, pero estoy seguro de que la retícula se extiende por otras ciudades y países.
La canción, y fuente contemporánea de nuestra lengua, se llama “Danza Kuduro”, una obra opinable de Don Omar, un célebre rapero puertorriqueño.
De manera que, si alguien pretende ligar contigo en la calle Oxford o en Grafton Street, no te va a decir: “Porque quitarle a un caballero andante su dama es quitarle los ojos con que mira y el sol con que se alumbra”, como aprendió en su curso sobre el Quijote en el Instituto Cervantes. Ni te va a susurrar al oído: “Los amorosos se ponen a cantar entre labios, una canción no aprendida, y se van llorando, llorando”, como leyó en un libro de Jaime Sabines. Ni te va a recitar: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”, como le enseñó su maestra de español, forofa de la décima musa. Lo que te van a decir para ligar contigo viene de esa gran retícula que enlaza los pubs, del léxico alocado y rocambolesco de Don Omar que sirve para enunciar, en voz baja y templada: “La mano arriba, cintura sola / da media vuelta, danza kuduro”. No sé si “la mano” viene en singular a propósito, o si se trata de un problema de Don Omar a la hora de pronunciar las eses. Kuduro, por cierto, quiere decir, en angoleño, “culo duro”. Con esa misma voz, ahora más caldeada que templada, podrían soltarte en la calle New Bond, o en la O’Connell: “Lo caliente del sol que se te metió y no te deja quieta, nena”.