
“Estoy loco pero no estoy equivocado”, decía de sí mismo el Dr. Atl que fue, como todo el mundo sabe, pintor, escritor y vulcanólogo. También era caminante, una actividad, que practicaba con la disciplina de un profesional, que le permitía observar, con especial agudeza, los paisajes, los volcanes y las costuras de la vida. “Para excursionar no se necesita más que un traje cualquiera, una cobija, unos zapatos viejos y unas piernas de cabra”, avisaba el doctor.
En su novela Gentes profanas en el convento (Ediciones Botas, 1950), que tiene más de autobiografía que de ficción, nos ofrece una colección de sentencias, producto de esa feroz mirada activa que practicaba con fervor, que en su tiempo (eso nos cuenta) atesoraban los estudiantes de preparatoria: “Me pidieron que les escribiese algunas hojas para llevar en el bolsillo como ‘libro de horas’ ”.
Esa filosofía de bolsillo del Dr. Atl era un destilado entre la plena conciencia, por su apego al instante, y los Upanishads, por la bruma que la rodea: “Abre todos tus sentidos a las sensaciones de la existencia” (….) Conviértete en una antena que recibe de todas partes las vibraciones de la vida y acumúlalas en tu receptor para traducirlas a los hombres”.
Ramón López Velarde, contemporáneo suyo, estaba en la misma frecuencia: “Uno es mi fruto: vivir en el cogollo, de cada minuto”
Todo viene del propio interior, anotó en esas lúcidas hojas el doctor: “La vida es una emanación —un movimiento hacia afuera, una rotación, una saturación de felicidad tuya y de los demás”.
Su filosofía de bolsillo también incluía terapias mentales de shock: “Cuando tengas un dolor quémalo sobre el ara de tu voluntad para que su llamarada ilumine tu camino”. O esta otra, tan sabia como nebulosa: “Transforma las contrariedades en una vibración eléctrica que destruya las tinieblas de tu conciencia”.
Haríamos bien en apuntar estas perlas del Dr. Atl en una hoja, o en las notas del móvil, para llevarlas siempre en el bolsillo, como hacían aquellos estudiantes de la era pre Google, por si nos hacen falta en alguna encrucijada de la vida.