La NASA anunció hace unos días, después de unas horas de grandísimo suspense, la existencia de otro sistema solar. El suspense fue tanto que terminamos sospechando que se trataba de un anuncio de esta naturaleza: "Tenemos pruebas contundentes de que Donald Trump es un marciano que viene con la misión de destruir nuestro planeta". Todo hubiera quedado claro con ese dato.
El sistema solar que anunció la NASA tiene siete planetas que giran alrededor de una estrella que los científicos, que a veces son muy guasones, llaman "enana roja". Cuatro de esos planetas son parecidos a la Tierra y según la información que liberó la agencia, podrían estar habitados por criaturas vivas.
¿Qué clase de criaturas? No lo sabemos aún pero en esa especulación lo mismo cabe una comunidad de protozoarios que una sociedad de personas, quizá más avanzada y sofisticada que las sociedades que tenemos en la Tierra.
Este sistema solar recién descubierto está a 40 años luz de distancia y un viaje hasta allá, con la tecnología terrícola actual, duraría unos 300,000 años, es decir, 200 mil años más del tiempo que lleva nuestra especie sobre la Tierra.
¿Qué pasaría si de verdad, como prevén los científicos de la NASA, hubiera vida en esos planetas y si sus habitantes, haciendo gala de una tecnología superior a la nuestra, aterrizaran un día en la Tierra?
Si llegaran hasta aquí los habitantes de alguno de los exoplanetas (¿exoplanetas?) del nuevo sistema solar, sería gracias a su radical superioridad tecnológica frente a los atrasados terrícolas, y su sola presencia pondría de cabeza nuestras creencias y nuestro sistema de valores. Para empezar, si hay más de un planeta habitado en aquel sistema, nosotros, al quedar en minoría, pasaríamos inmediatamente a ser el exoplaneta Tierra.
Supongamos, para ejercitar la imaginación pero también para preguntarnos si de verdad queremos que haya vida en otros planetas, que un día aterrizan aquí los extraterrestres y que resultan ser más inteligentes, más altos, más fuertes, más diestros físicamente, y que además pertenecen a una civilización mucho más antigua que la nuestra digamos, ¿por qué no?, que sus filósofos y sus científicos ya decodificaban su exoplaneta hace un millón de años, no como los nuestros, que lo hacían hace apenas unos cuantos milenios.
Para empezar quedarían aniquilados de golpe conceptos como el antropocentrismo, y como la supremacía racial y los pueblos elegidos, exabruptos tan peligrosos como ridículos. ¿Qué pasaría con Dios, que nos hizo a su imagen y semejanza, frente a esos extraterrestres que serían semejantes a una cosa totalmente desconocida? ¿Resulta que cada planeta tiene sus dioses semejantes a sus habitantes? Algo harían seguramente las religiones terrícolas para mantenerse en pie, ante la evidencia de que Dios prefiere a los extraterrestres puesto que están mejor diseñados. Harían lo que han hecho toda la vida: decir que el Dios bueno es el nuestro, y que los de otras religiones están equivocados.
Esos extraterrestres, tan superiores, convertirían a la Tierra en el traspatio del universo y a nosotros, en el caso de que no nos exterminaran, nos someterían, nos explotarían y nos confinarían en los rincones más infectos, como hemos hecho los occidentales tradicionalmente con los indígenas, con los habitantes originales de la Tierra. ¿Y si, más bien, se presentaran pacíficamente y propusieran un intercambio de conocimientos? ¡Pero qué ingenuidad!, ¿Qué extraterrestre va a querer intercambiar conocimientos con una especie cuyos líderes son Vladímir Putin, Donald Trump y Kim Jong-un?, ¿Les parece confiable un planeta gobernado por los Tres Chiflados?
Y en el tema de las migraciones, ya para entonces ridículas porque esas criaturas suntuosas vendrían emigrando desde una distancia de 40 años luz, ¿qué tan ilegal sería un inmigrante sirio si el mundo se nos llena de ilegales extraterrestres? ¿Dónde quedarían los grandes orgullos de la humanidad frente al despliegue tecnológico, físico, racial de los extraterrestres? Frente a ellos ¿no serían de la misma especie desvaída y diminuta un chino, un negro, un indio y un sajón?
La sola probabilidad de que existan otros planetas habitados, otras civilizaciones en el universo, debería servirnos ya, antes de que aterricen y nos metan a todos en una reservación, para poner en perspectiva el lugar que ocupamos, lo que en realidad somos: un pequeño planeta, perdido en el universo, habitado por una especie efímera, que sufre permanentemente delirios de grandeza.