Los precandidatos presidenciales del oficialismo han mostrado parte de sus propuestas. En términos generales, estos personajes declaran que, de ganar, darán continuidad a la actual (dañina) política fiscal.
Por ejemplo, sorprendió recientemente el no contemplar una reforma fiscal para el próximo sexenio. Es decir, se busca seguir con la política de “ahorro” o de austeridad sin aumentar los impuestos. De esta manera, el gobierno usará dicho dinero para poder gastar.
Tal noticia provocó desconcierto en diversos analistas. Se dijo que era insostenible continuar gastando sin una reforma fiscal progresiva que permita obtener más dinero.
La reacción generó la publicación de cifras alarmantes sobre la baja recaudación del país, la necesidad de establecer impuestos a herencias millonarias, y la urgencia de conseguir dinero para hacer frente al tema de las pensiones y para la creación de un sistema de salud público universal.
“Asustar con el petate del muerto” es una expresión popular usada en México cuando alguien busca causar temor sin que haya una razón justificada para generar tal miedo.
El pánico que genera la idea catastrofista de que se requiere una reforma fiscal progresiva para hacer frente a temas como el de las pensiones, es aterrorizar a la población con el petate del muerto.
¿Por qué? Porque el gobierno mexicano tiene soberanía monetaria y, por ende, no puede quedarse sin los pesos que éste mismo emite.
El desafío no es financiero, es productivo: ¿Cómo aseguramos de que los bienes y servicios que requiere una población que envejece se puedan generar?
Eso significa gastar productivamente más hoy (capacitación de enfermeras-especialistas, inversión en infraestructura hospitalaria, etc.) Es una interrogante que una verdadera reforma fiscal debe responder cuando se posee soberanía monetaria.
Los precandidatos se equivocan. Enfrentar el tema de una sociedad que envejece no se resuelve obligando a un gobierno a "ahorrar" en pesos (algo sin sentido).
Lo que se tiene que hacer es invertir, desde ahora, en preparar a la economía para satisfacer las necesidades crecientes de este segmento de la población.
El cataclismo no es por la falta de pesos, es por no entender el origen y función del dinero público.
Se requiere una reforma hacendaria funcional. Una que no tenga el objetivo de recaudar más para gastar más. Por el contrario, necesitamos una reforma que aproveche la capacidad del peso para movilizar los recursos reales a favor de una sociedad más justa.
Se trata de recaudar, pero con propósitos diferentes: para disminuir el poder político-económico de los millonarios. No porque nos urja su dinero, no necesitamos caridad.
El proyecto ganador en 2024 debe tener arrojo para dejar de tomar la droga tranquilizadora del gradualismo al que se oponía Martin Luther King Jr. MLK abogaba por políticas radicales que resolvieran los problemas desde su raíz. Estaba en contra de medidas superficiales que mantuvieran el statu quo.
Se presenta otra oportunidad para usar el poder sanador del peso mexicano. La plataforma política que triunfe (oficialismo u oposición) debe ser radical. Sólo así habrá un interés genuino por sacar al país de su eterno bache.