En las dos pasadas entregas dijimos que existe un fuerte impulso a la creación de un Consejo Fiscal Independiente (CF) en la Cámara de Diputados. Tanto el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, como los diputados Alfonso Ramírez Cuéllar y Laura Imelda Pérez Segura apoyan esta medida. Organizaciones como think tanks y partidos políticos impulsan la creación de un CF desde hace años.
Todos estos actores proponen un CF inspirado en la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos (CBO, por sus siglas en inglés). Igualmente, dijimos que el impulso al CF se basa en la idea equivocada que culpa a los déficits públicos de la recesión generada a partir de la crisis de 2007.
Sin embargo, en realidad los déficits salvaron al mundo de una catástrofe mayor.
¿Por qué genera riegos el CF propuesto para México? Porque su enfoque fiscal ignora la participación histórica de las instituciones públicas en la economía.
El sector público, siendo un Estado Emprendedor, ha sido el actor central detrás del desarrollo productivo en el mundo, particularmente en naciones como Estados Unidos.
Sin un Estado Emprendedor, las grandes misiones de innovación industrial como la misión a la luna e incluso el triunfo de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial (SGM) no se hubieran alcanzado.
En este último caso, la misión económica del gobierno estadunidense fue transformar el país en uno industrialmente preparado para la SGM.
Esto solo se logró con la movilización masiva de dinero público, recursos reales y a través del gran número de instituciones gubernamentales.
El objetivo de triunfar en la SGM permitió una expansión del presupuesto a una escala necesaria para satisfacer los requerimientos de la guerra. El presupuesto generó un aumento sin precedentes en la estructura del sector público y en su déficit. En 1943, el tamaño del gobierno y el déficit público alcanzaron la mitad y el 26% del PIB, respectivamente. De acuerdo con Sam Levey, investigador del Global Institute for Sustainable Prosperity (GISP), durante la SGM el gobierno estadunidense entendió que el financiamiento no era un problema.
Se reconoció que un gobierno con soberanía monetaria, como lo dice la Teoría Monetaria Moderna (TMM), no necesita de los ingresos tributarios para gastar.
Al comprender que no había restricciones financieras, la planeación de la estrategia se concentró en las limitaciones reales de la nación (trabajo y maquinaria) y en desarrollar el aparato productivo del país sin provocar presiones inflacionarias.
La historia sería hoy diferente si las decisiones tomadas se hubieran basado en el enfoque económico ortodoxo del CBO.
Sin un Estado Emprendedor que incluyó una ambiciosa política fiscal, evaluada por sus efectos en la economía y no por los impactos en el presupuesto, el gobierno norteamericano habría sido incapaz de ganar la SGM.
Por estas razones, el Consejo Fiscal Independiente es un riesgo para los objetivos de desarrollo del país.