La semana pasada, ambas Cámaras del Congreso de Unión clausuraron el primer período ordinario de sesiones, del primer año de su ejercicio. Previo a ello, el líder del Senado denunció el recorte de 123 millones de pesos que le hizo la colegisladora, y un “negocito” que por un total de 150 millones de pesos tenía el actual líder de los diputados, de cuando fue coordinador de los senadores. Este, al negar el recorte, confesó que en el Senado existe un fideicomiso de mil millones de pesos (y vaya usted a saber dónde existan otros más), sin haberlo dicho cuando criticaban los que existían en el Poder Judicial. Estas irregularidades demuestran la necesidad de un órgano independiente del Poder Legislativo para auditar ambas Cámaras.
Esa grotesca disputa por el dinero, es la punta del Iceberg de la soterrada lucha –que apenas inicia– por el poder político entre Palenque y Palacio Nacional. Dicho recorte puede interpretarse como la respuesta presidencial a que ningún senador de Morena votó por su candidata a presidir la CNDH. Empero, no puede asegurarse que una Cámara sea leal a la Presidenta y la otra al de Palenque, sino que más bien los líderes parlamentarios aprovechan esos desacuerdos para beneficiarse política y/o económicamente.
La pesada agenda legislativa impuesta como legado a la Presidenta de México, hizo que en los 112 días que sesionaron diputados y senadores se realizaran modificaciones a 72 artículos constitucionales (casi cinco por semana). Si la Presidenta trata de sacar la suya propia, o si los líderes parlamentarios le echan de su cosecha, para nada es descartable que en los cinco períodos de sesiones que faltan –ya encarrerados y con la famosa “Supremacía Constitucional”– alteren otros 64, lo que en los hechos equivaldría a expedir una nueva Constitución, sin haberse convocado un Congreso Constituyente.
Este ímpetu por reformar la Constitución deriva de su facilidad para hacerlo y del hecho de que lo hacen porque saben que lo que metan ahí no puede ser objeto de ningún tipo de control. Ya Basta! La Constitución no es plastilina con la que podamos jugar y darle la forma que se nos antoje.
Deseo el día de hoy despedirme de los lectores de este diario y agradecer a Jaime Barrera, con quien intermitentemente empecé a publicar en este espacio; pero, sobre todo a Manuel Baeza, quien hizo posible que cada semana mis escritos tuvieran cabida en estas páginas. Gracias a todos.