Hay que rascarle mucho para saber a ciencia cierta qué tan profunda, relevante y pertinente es la pregunta que el PRIcámbrico temprano le hace a la gente de una manera angustiosa y ansiosa: “¿Nos extrañas?”. Tratándose del Revolucionario Ins las únicas respuestas posibles, además de las lágrimas nostálgicas de Krauze, Claudio XXX y Amparito Casar, serían del tipo: Los extrañamos como a una enfermedad venérea, la peste bubónica, una patada en las gónadas; se les extraña como a la Narcoguerra de Calderón y García Luna, la veldá histérica de Batiburrillo Karam, como el Horror de diciembre y un furúnculo en salva sea la parte.
¿Quién va a extrañar al PRI si Halitosis Moreno, el vendepatrias alfa, le aplica la padroterapia intensiva?.
Una pregunta que sólo se puede comparar con la que se hace el periódico español El Mundo: “¿Por qué los políticos de derechas son más guapos que los de izquierdas?”. Una profunda investigación para tratar de manera terraplanista confirmar los prejuicios de los ultraconservas en almíbar, superando así el periodismo de Lord montajes Loret y de Cascabel Hernández.
Digo, cuando ves a personajes del derechairismo ibérico como Feijoo, Chema María Aznar (el que manda a Calderón a bolearle los cacles) o Mariano Rajoy, neta que desafían de fea manera los estándares estéticos occidentales.
Y luego los oyes negando el genocidio de Satanyahu en Palestina, y te das cuenta que son más feos por dentro. Y el peor de todos, Felipe González (el que convirtió al PSOE en el PAN), que casi dice que el genocidio no existe, son los papás.
Claro, la posición de la ultraderecha española ha tenido que cambiar su posición debido al reconocimiento del Estado Palestino por parte de Unión Europea, Francia y Gran Bretaña principalmente. Hasta la señora Ayuso, la Kinky Téllez española, va a tener que bajarle diez rayitas a su netanyuhismo rabioso.
En ese tenor, la presidenta Claudia Sheinbaum llamó a detener genocidio, mientras el sector opositors sueña con que el #CartelInmobiliarioDelPAN se agandalla una porción de Gaza.
Como quiera que sea, la pregunta “¿Me extrañan?”, le quedaba mejor al comediante Jimmy Kimmel que, luego de haber sido echado a patadas de su programa nocturno por cuestionar al poder, lo restituyeron los de Disney. Y no porque se hayan arrepentido de ser comparsas de la censura trumpista, sino porque debido a Kimmel perdieron 4 billones de dólares y toneladas de credibilidad por atentar contra la libertad de expresión.
