Recuerdo que hace algunos años encontré en YouTube la grabación de la voz de Francisco I. Madero. Casi inmediatamente, la de Porfirio Díaz. A principios del siglo XX, ya la fotografía estaba asentada como herramienta para capturar la realidad visual y el cine daba pasos importantes para hacer lo mismo, aunque con imágenes silentes en movimiento. Por los mismos años pre y postrevolucionarios, los aparatos para captar el sonido daban sus primeros trastabillantes pasos, y por fortuna su desarrollo técnico alcanzó a retener la voz de los personajes más importantes de aquel momento: la del coahuilense y la del oaxaqueño.
Al escucharlos, sentí que algo cambiaba, que gracias a la posibilidad de escucharlos ellos estaban más cerca, no a la distancia remota de los libros de texto que sirvieron para alimentar nuestra niñez con la historia oficial. Gracias a YouTube, Madero y Díaz tenían voz, una voz a la que luego no me costó poner la cara de cada uno de los sujetos que la emitía: la de Madero algo tipluda, rápida y firme, y la de Díaz ya cansada, de viejo que batalla con la respiración. Estos documentos de YouTube son asombrosos.
Otro de la misma categoría es el que podemos encontrar de un colaborador cercano a Madero: José Vasconcelos. Como sabemos, el autor de Ulises criollo se sumó de joven a la causa antirreeleccionista y, con sus bandazos ideológicos y todo, siempre guardó gran admiración por el político parrense. Ya viejo, cerca de su muerte y quizá todavía con la amargura que provocó en su ser el fraude electoral de 1929, Vasconcelos se encargó de conducir un programa de televisión. Sí, de televisión, aunque parezca absurdo decir esto.
Su título fue Charlas mexicanas. Pude computar al menos cuatro programas: uno sobre el Hernán Cortés, otro sobre el virreinato, uno más sobre México, otro sobre Porfirio Díaz y uno más sobre el petróleo. Acompañan al filósofo y exrector de la Universidad Nacional, entre otros, el historiador Alfonso Junco y el politólogo Jorge Carrión.
Obviamente, el ritmo del programa es tieso, y en el caso de Vasconcelos, de estilo algo oratorio. Sea como sea, es un tremendo documento audiovisual de 1957, un milagro de la tecnología.