Cultura

Dos gardenias y otras estocadas

  • Ruta norte
  • Dos gardenias y otras estocadas
  • Jaime Muñoz Vargas

Cuando la música dependía de la compra de discos, casetes y cidís, no faltaba que del álbum con diez o doce canciones sólo se salvaran una o dos, los éxitos. 

Así, los consumidores sabíamos de antemano que las demás piezas eran una especie de relleno, la ensalada que indefectiblemente debía acompañar el corte grueso de carne. 

Con frecuencia ocurre algo similar en los libros de poesía y de cuento, e incluso, aunque de otro modo, en las novelas, relatos en los que no suelen faltar capítulos hueros, acaso prescindibles, sólo necesarios para dar el peso en la báscula de la narración larga.

Ahora bien, creo que donde más se advierten las piezas de relleno es en el libro de cuentos. 

Esta es la razón por la que he llegado a afirmar, tal vez con cierta exageración, que una novela es más difícil que un cuento, pero no más que un libro de cuentos. 

Para que un volumen con ficciones cortas alcance buena calificación es fundamental que se libre de la maldición del vinilo, es decir, que parezca no haber sido engordado con historias de esponja. 

Esto es lo que percibo en Dos gardenias y otros cuentos (LOM Ediciones, Santiago de Chile, 127 pp.), de Eduardo Contreras (Chillán, Chile, 1964), libro en el que habitan quince piezas de una calidad alta y pareja.

Lo anterior se debe, sospecho, al conocimiento que su autor tiene del género, un conocimiento que lo obliga a gobernar el relato de acuerdo a las premisas que están más allá, mucho más allá, de la pura brevedad como requisito obvio. 

Al escribir un cuento cuento es menester que acatemos el criterio de la extensión corta, es verdad, pero se requiere algo más, y ese algo más habitualmente desdeñado es lo que hace del cuento un género peliagudo, de ejecución difícil.

Los cuentos de Dos gardenias… han sido pues muy bien ensamblados; muchos ofrecen grandes brincos al pasado y personajes delineados eficazmente, sin excesos retóricos, con el trazo justo de sus psicologías. 

Hay en todas las historias una pátina bien administrada de ambigüedad, de misterio, con información en los pliegues que apenas se deja entrever en cada caso. 

Es notorio que el autor piensa en sus finales desde que acomete cada ficción, pues no con otro objetivo fluye, como deseaba Piglia, la historia subterránea. 

Eduardo Contreras acata en suma los rasgos esenciales del cuento como género en el que es fundamental la intensidad para que el lector no escape hacia la relajación, y si a esto añadimos dosis tenues de humor, no dudo en afirmar que se trata de un racimo más que atendible de relatos.

Más allá de este apretado sobrevuelo, es claro que Dos gardenias y otros cuentos contiene un menú valioso de historias. 

La variación geográfica y el tipo de personajes forzaban a Eduardo Contreras inyectar un tono diferente en cada pieza, así que la unidad del conjunto cuaja en otro punto: la estructura: si no en todas las piezas, se siente en muchas de ellas la mano de un autor que ordena, que administra detalles, que siembra guiños, que narra con contención y malicia para desembocar en finales que son, para decirlo con una metáfora taurina, estocadas a la sensibilidad del lector.

Con este apunte despido el 2024. Que tengan un espléndido 2025.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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