El inicio como librera de la familia López Casillas fue en los años treinta. Tenía sus puestos en Tepito y la Lagunilla. La madre era del barrio bravo; el padre, no muy lejos, de la colonia Guerrero.
Juan Antonio López Casillas era un niño cuando conoció a grandes escritores, como Rubén Bonifaz Nuño, que eran clientes del popular mercado. Creció entre libros y le tomó el pulso al negocio.
Y con el paso del tiempo compró y vendió librerías. En una que aún conserva – Regia- tiene algunas joyas, como las Obras Completas de Alfonso Reyes. La edición –se lee en los tomos- estuvo al cuidado de Alí Chumacero y consta de 104 ejemplares en formato mayor, a la rústica, numerados del I al CIV y firmadas por el autor, impresos en papel Corsican de 110 grs. (…).
Ejemplar número XLVII.
El autor de Visión de Anáhuac estampó su rúbrica.
También atesora el libro Raíz del hombre (Simbad, México, 1937) con poemas de Octavio Paz, quien escribió una dedicatoria –Juan Antonio asegura que es original la caligrafía - Para Manuel, con mi deseo que se le quite lo pendejo y lo chistoso. Tu padre. Octavio Paz. 8-1-937.
—Usted forma parte de un linaje de libreros.
—Pues soy el séptimo hijo de la familia López Casillas. Una familia de libreros –añade Juan Antonio-, todos los hermanos somos libreros.
—Desde sus padres.
—Pues mi mamá, cuando era muy jovencita, trabajó en una de las librerías de sus hermanos; precisamente él fue el que inició la dinastía de libreros. Su hermano se llamaba Nicolás Casillas; mi mamá, Bertha Casillas.
Todo estaba a tiro de piedra: Lagunilla –tianguis dominical en la calle de Paraguay, frente al deportivo Guelatao-, Tepito, la Guerrero.
Ahí empezó todo.
—Y la dinastía continúa.
—Mi mamá empezó a vender en unas librerías; habrá sido cuando tenía como 15 años, en el 38, más o menos; mi papá empezó cuando se casó con mi mamá, que fue en el 44.
Muchos años después, en 1968, la madre y sus hijos mayores pusieron una librería en la calle de Donceles.
Y a partir de entonces se extendieron; pero las ventas de libros comenzaron a disminuir, dice Juan Antonio, que tiene más de medio siglo en el negocio.
“En esta calle hubo hasta 15 librerías de viejo; pero con las crisis del libro, con la crisis económica y con la crisis del covid, se han cerrado varias. Hace cuatro años cerré tres. Actualmente quedan ocho. Yo hablo de libro usado, de ofertas, porque es lo que he trabajado toda mi vida”.
Y pone un ejemplo:
“Antier le estaba preguntando a uno de mis empleados cuántas personas entraron en el día a mi librería y me dijo que 30 personas. ¿Qué significan 30 personas para un local tan grande donde ofrezco 300 mil libros?
—Cuántas personas entraban hace 10 años.
—Bueno, yo tengo cifras de hace 25 años; en un día bueno, no sé, podían entrar hasta 500 personas. Este local tiene 400 metros cuadrados.
Este hombre habla de una realidad sin ser dramático y a veces aterriza en la nostalgia, porque es llevado por la conversación.
***
Juan Antonio López Casillas entresaca un libro. Lo presenta. Es una edición de lujo. Su título: LIBREROS.
Crónica de la compraventa de libros en la Ciudad de México.
Ubaldo López Barrientos y sucesores.
Textos de Javier Garciadiego, Vicente Quirarte, Beranardo Esquinca, Luigi Amara, Cristina Pacheco, Fernando Fernández.
Fotografía de Ilán Rabchinskey.
Lo hojea suavemente.
Aparece una fotografía de la librería en la Lagunilla. Están sus hermanos mayores. Es del año 1950. Juan Antonio aún no nacía.
Luego, una foto familiar.
—¿Quiénes son?
—Mi papá y mi hermana Silvia están al centro; abajito, mi hermano Fermín, luego Ubaldo, luego yo; Juan, Leonardo, Francisco y Mercurio.
—¿En cuál librería están?
—En la librería que se llama Bibliofilia. Está adelante, en el número 78, casi esquina con Brasil. Esta foto es del… 96, sí, mi papá murió en el 2001. —¿Cómo se llamaba su papá?
—Ubaldo López Barrientos.
—¿Y el autor del libro?
—Mi hermano Mercurio López Casillas. Y la editorial es Acapulco, de mi sobrina Selva, aunque ya la cerró también. Era una librería que tenía en la avenida Álvaro Obregón, que le heredó su mamá, quien ya murió. El libro está dedicado a mi hermana.
Hojea el libro y hace comentarios. Dice que algunos de los autores eran amigos de su papá. “Acaba de venir Fernando Fernández”, comenta.
—También está Vicente Quirarte.
—Sí, él es hijo de un personaje, Martín Quirarte, que es era cliente y amigo de mi papá. Habla un poco de la amistad de mi papá y su papá.
Y más fotografías con las joyas de las librerías de esta generación de libreros en Ciudad de México, en especial las situadas en Donceles.
—No solo es la familia, sino las joyas…
—Lo que pasa es que todo el tiempo tenemos joyas. Como este sobre la violencia en México, que tiene litografías bien elaboradas sobre los sucesos sangrientos, de 1920 a 1977. Y así.
Y sí: siempre tienen joyas.
***
“Tenemos libros de 10 pesos, que es lo que compramos cuando vamos a domicilio por una biblioteca; o muy baratos o muy caros, dependiendo de lo que lo que nos ofrezcan”, explica Juan Antonio.
—Y más joyas.
—Sí, por ejemplo, es un libro de fotografías que se publicó en 1908, básicamente de edificios y calles, de cómo estaba conformada la Ciudad de México, y otra del país completo…Una del Doctor Allt, 1920; otra, del papá de Khalo, es otra joya…
—¿Y más antiguos?
—Pues tenemos, por ejemplo, la primera edición de Bernal Díaz del Castillo, 1660-70, que fue publicada en España.
—Y a pesar de la pandemia sigue viniendo gente.
—Sí, eso demuestra que tienen deseos de comprar, de leer, de ver; pero…me preguntabas hace rato si iban a desaparecer las librerías y yo creo que sí van a desparecer; va a ser lento el proceso, creo que 15, 20 años. Yo tengo lotes gigantes de libros que vendo a 10 pesos, que antes vendía en 80, 100; los tengo que bajar a ese precio, porque no los puedo tirar a la basura.
—¿El libro es un producto de primera necesidad?
—Bueno, el gobierno decretó que sea “esencial” desde que empezó la pandemia; sin embargo en la primera etapa cerramos tres meses; en la segunda, un mes, y a partir de febrero se empezó a abrir a puerta cerrada, ja, y tenemos dos semanas abriendo.
—¿No le deprime de que vayan a desparecer las librerías?
—Bueno, yo ya estoy viejo…
Y sin embargo todavía hay quienes siguen comprando libros porque prefieren leerlos en papel, como Ángel Abraham, un odontólogo de 26 años, quien acude a estas librerías con regularidad.
—¿Crees que persistan?
—Pues sí, porque son como iglesias del conocimiento.
La Regia es una de las sobrevivientes que se resisten a morir, propiedad de Juan Antonio, un integrante de la familia Casillas, la cual empezó en este negocio hace alrededor de 80 años.
Un hombre realista.