
Nació en condiciones de pobreza, pero esta circunstancia no le impidió cumplir con el proyecto que se había trazado desde niño, para lo cual no perdía el ritmo de su andadura, hasta consolidarse como el hombre que va más allá de moldear y restaurar obras de otros artistas.

Tiene su taller de fundición y estudio en San Rafael Chamapa, en el municipio mexiquense de Naucalpan, donde muestra su forma de trabajo y una parte de su inmenso tesoro artístico.
Es el maestro Juan Hernández García, quien tenía ocho años de edad cuando comenzó sus andar en el arte.

En aquellos tiempos, todos los días, cuando iba a la escuela primaria, el niño Juan se asomaba al taller del escultor Ángel Carillo, quien a pesar del alcohol que a diario ingería, no dejaba de trabajar.
Hasta que un día el pequeño se decidió pedir que le enseñara el proceso escultórico que practicaba. El hombre aceptó.
Y es a partir de aquel momento cuando Hernández García comienza a relacionarse con el arte.

En ese taller comenzó, literalmente, a picar piedra, asesorado por aquel ángel de apellido Carrillo, quien nunca puso obstáculos para enseñarle durante dos años, hasta la edad de 10, y así fue como el niño Juan esculpió en su mente una frase: “Yo me dedicaré a esto”.
Después ingresó a la Unidad Cuauhtémoc, como ayudante maestro Porfirio del Olmo —que ahora frisa los 82 años—, quien lo estimuló a seguir por ese camino, sin detenerse, y así fue como ingresó a una fundición en la que conoció a grandes artistas.

En aquellos talleres, siendo muy joven, pudo observar el trabajo de Tamariz, Julián Contreras y Cervantes, aunque estuvo más cerca de Alberto Pérez Soria, sobrino del torero Silverio Pérez.
Había aprendido a modelar su propia obra, y se dio cuenta que no era nada barato hacerlo, de modo que, sin que nadie le creyera, logró instalar su propio taller, que ya cumplió casi medio siglo, con la idea de fundir la suya propia, que ya suman 86 piezas, y con el paso del tiempo se corrió la voz entre otros artistas que había una fundición de un tal Juan Hernández García, que no le pedía nada a otros talleres, pues hacía un trabajo impecable.
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Y es así como desde hace años llegan otros artistas al taller de Juan Hernández García, entre ellos Perla Arroyo, quien amable acepta escribir unas palabras sobre el trabajo del maestro y de cómo lo conoció:
Cada una de mis obras cobra vida en el taller de fundición del maestro Juan Hernández, un espacio donde la tradición artesanal y la precisión técnica se encuentran.
Es allí donde, junto a un equipo experimentado, transformamos ideas y bocetos en piezas escultóricas sólidas y llenas de expresión.
El proceso comienza con la creación del modelo original, el cual puede realizarse en cera, arcilla u otro material maleable. A partir de este modelo, se desarrolla un molde que servirá para fundir la pieza en metal, usualmente bronce.

La fundición, una técnica milenaria que requiere control absoluto del fuego y del tiempo, se realiza con el cuidado y la maestría que solo los años de experiencia pueden garantizar.
Una vez fundida la obra, sigue un meticuloso trabajo de limpieza, ensamble, pátina y acabado.
Cada detalle es afinado para que la pieza final conserve la fuerza del gesto original y refleje tanto la intención artística como la nobleza del material.

Trabajar en el taller del maestro Juan Hernández no solo me permite llevar mis ideas al volumen, sino también formar parte de un proceso colectivo que honra el oficio escultórico con respeto, pasión y excelencia.
Cuando empecé con el proyecto Calavera Mexicana me di a la tarea de buscar talleres de fundición en México, y empecé a trabajar con dos talleres que no pudieron brindar la calidad que mis piezas manifiestan actualmente.
Busqué a Mario Camaño, quien es profesor de la escuela de artesanías, que también ha compartido proyectos con mi hermana Elsa Arroyo, en cuestión de manejo de materiales, y que a su vez trabajó muchos años con el maestro escultor Rivelino. Es muy reconocido por sus conocimientos técnicos.
Mario Camaño, me comentó la existencia y la pericia del maestro Juan. Sin embargo, me advirtió que este último solo trabajaba para artistas consolidados y proyectos extraordinarios, y que era poco probable que quisiera trabajar mi obra.
Me proporcionó su contacto y así busqué al maestro Juan Hernández.
Me dio cita en su taller y le lleve los avances, las piezas que yo ya había fundido en otros talleres y le pregunté si el podría ayudarme a mejorar la calidad, y si estaba interesado en trabajar mi obra.

Accedió y desde entonces, hemos estado resolviendo y especializando procesos para poder producir la obra de Calavera Mexicana.
Y sí, el maestro Juan Hernández ha trabajado para artistas reconocidos como Yvonne Domenge, Jan Hendrix, Rivelino, entre otros y a su vez restaura y mantiene grandes colecciones escultóricas en México.

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El maestro Juan Hernández habla en voz baja; se podría decir que con cierta timidez. Desde su casa, donde tiene estudio-taller, situado en lo alto y del que se aprecia parte del municipio, menciona a unos cuantos artistas cuando se le pregunta a quiénes les ha trabajado:

—Le he fundido a grandes artistas como a Ivonne Domenech, a Rivelino, a la señora Dana, a Jean Hendrix…
—Y también lo han visitado de otros países.
—Sí, ha venido gente de Europa; también le he fundido a españoles y franceses.
—Y también usted viajó a Europa…
—Sí, fui al lugar donde estudió Miguel Ángel; también fui a Figueras, donde nació Salvador Dalí; caminé por esas calles donde él caminaba; también fui a la casa del arquitecto Gaudí.

—¿Y quién son su influencia, maestro?
—Dalí y Siqueiros
Es Juan Hernández García, cuya obra se conoce poco, pues varias de sus piezas permanecen embodegadas.

Aunque esta vez, en exclusiva para Crónicas urbanas, el maestro expone algunas en su taller al aire libre, que también sirve para vaciar trabajar obras de otros artistas, como la de Perla Arroyo, quien acaba de exponer su Calavera mexicana en la UAM Azcapotzalco.
