La mayoría de las personas siente repugnancia hacia los insectos; algunas, incluso, quisieran aplastarlos o lo hacen, pero Jesús Peña Jiménez, que no es entomólogo, los atrapa con delicadeza y a veces introduce en un tubo de ensayo; luego, enfoca su cámara y oprime cien veces el obturador, para después transformarlo en enormes imágenes.
Desde niño sintió atracción por las avispas, cucarachas, alacranes, zancudos y escarabajos, entre otros; entonces creció con la idea de fotografiarlos y compró una cámara para practicar la fotografía en el campo y la ciudad; pero en 2010 —siempre como aficionado— decidió retratar insectos, arácnidos “y todos aquellos seres pequeños”.
Y conforme pasaba el tiempo adaptó un laboratorio artesanal en su casa de Ecatepec, Estado de México, con la simple intención de retratar esos diminutos seres cuyas imágenes amplía, y así llegó a practicar la denominada Fotografía Macro, para dar paso a otra escala, la Foto Macro Extremo, una técnica que desarrolló durante la pandemia.
Y a partir de que descubría los insectos en sus diferentes ambientes, Jesús Peña investigaba a cada uno de ellos, cual estudioso, para saber qué tipo de bichos eran y así indagar en dónde encontrarlos. Fue como descubrió la razón de existir de ellos al entrar en ese mundo tan pequeño.
Han surgido técnicas avanzadas para captar insectos y arácnidos, sin requerir que el profesional dedicado a eso esté pendiente, pero Jesús, El Señor de los insectos, como le llamaremos, prefiere tener el ojo puesto en la lupa y observarlos de manera casi íntima durante el proceso.
“Tú puedes estar en un terreno baldío y no ves nada a simple vista, pero levantas una piedra y vas a descubrir un mundo”, explica Chuchín, como le dicen amigos y compañeros de Grupo Milenio, donde labora.
“Y fui aprendiendo cuáles eran sus hábitos para prepararme y fotografiarlos”, dice en referencia a los insectos y los arácnidos.
De manera paralela su curiosidad lo llevó a mostrar el entorno, donde se mueven los seres humanos —que para los insectos son gigantes, algunos de ellos depredadores— y luego aterrizar en ese diminuto mundo.
—¿Qué sientes cuando lo haces?
—Es una conexión con lo que nos rodea, sobre todo con la naturaleza. Se ha dicho que las plantas y los insectos sienten dolor; yo sí creo en eso: sienten, ven, viven, son energías. Y tienen periodos de vida muy pequeño, incluso algunos solo viven un día.
Y así se adentró.
—¿Hasta dónde quieres llegar?
—Que se conozcan esos rostros anónimos que conviven con nosotros diariamente y que muchas veces son pisoteados sin miramientos, sin importarnos que gracias a ellos la naturaleza complete muchas funciones, como la polinización, que ayuda en la producción de alimentos.
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Mis inicios en la fotografía fueron sin ninguna técnica en especial; fotografiaba paisajes, retratos, naturaleza o arquitecturas. Pero en alguna ocasión, navegando por internet, encontré una fotografía del ojo de una hormiga, misma que fue hecha con la técnica Macro extremo, y me quedé fascinado. Esto fue también porque desde niño siempre me gustó ver la actividad de hormigas o arañas.
Al investigar acerca del Macro extremo, empecé mis primeras pruebas de forma artesanal, utilizando lentes de microscopio estudiantil, latas vacías que pinté de negro y pegué para utilizarlas como tubos de extensión y montado sobre un soporte de madera.
Y conforme fui avanzando logré conseguir piezas que me han ayudado a mejorar la técnica y así crear fotografías con mucho mayor acercamiento.
Cuando salgo al campo es común encontrarme entre arbustos y árboles para fotografiar insectos en su hábitat, con un lente macro y flash externo, con el cual busco utilizar las técnicas normales de fotografía y ejecutarlas en el mundo macro.
Para el macro extremo, en cambio, es necesario recolectar especímenes muertos; algunos los encuentro en telarañas o en el piso y los llevo a mi pequeño espacio donde los humedezco, limpio y posiciono para hacer la sesión que me lleve al máximo acercamiento y donde después de muchas imágenes, juntarlas en una sola.
Este pasatiempo me ha ayudado a aprender a relajarme y aún más valorar a la naturaleza y sus inquilinos, convirtiéndose ahora en mi único afán de poder enseñar esas imágenes y que la gente los conozca de cerca.
Ya en varias ocasiones me han comentado el cambio de perspectiva que tenían acerca de estos pequeños seres y ahora en vez de matarlos, los reubican. Esto último, considero, es mi granito de arena para darle el respeto y valor que significan para nuestra existencia.
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El inquieto Jesús explica que la técnica Macro Extremo consiste en fotografiar con un lente de microscopio, acoplado a un fuelle y cuerpo de cámara, donde coloca el insecto muerto, a veces encontrado en el piso o en telarañas; luego, hace varias fotografías hasta cubrir todo el rostro, para después acoplarlos con programas digitales.
“El resultado —agrega— es una imagen totalmente enfocada y con un gran acercamiento, considerando que muchos de los rostros de los insectos miden en promedio 1 milímetro”.
Los trabajos de Jesús Peña ya están en sus redes sociales, pero él quiere que su obra tenga más difusión, con el afán de hacer más visibles a los insectos y de esa forma concientizar a la gente.
Por eso ahora lo que busca El Señor de los insectos es que le permitan montar una exposición fotográfica en alguna estación del Metro o en las famosas rejas del Bosque de Chapultepec, y así demostrar que existen otros universos más allá de la simple mirada.
Por lo pronto sus fotografías le ha permitido compartir exposiciones grupales, como la que se llevó a cabo en Ecatepec, hace seis años con varias de sus macrofotografías, que permitió a los niños visitantes dibujar con acuarelas el insecto que más les gustaba.
La pasión por la fotografía brota en los ademanes de quien se considera un aficionado cuya actividad también le amortiguan sus nervios.
—¿Cuáles serían los insectos que más has fotografiado con la técnica Macro Extremo?
—Las hormigas, las arañas, pulgones, catarinas, abejas, que son los habitan en plantas y en las rosas. Hace dos años que buscaba insectos intensamente y en Chapultepec encontré las mantis religiosas.
Y para lograr esa técnica tuvo que investigar y crear sus propios utensilios. Entonces descubrió un mundo fantástico, pero también notó errores en las imágenes, e hizo su cochinito para juntar dinero y comprar un lente cuatro equis, que es de mayor acercamiento; también sus propios contenedores y otros utensilios, pues ya nada es barato.
Solo un ejemplo:
“Tengo un tipo lupa con lentes que fui comprando en las chácharas, como tipo cuentahílos; si veo que está manchado, como una telaraña, ya con una brocha los voy quitando”.
Y coloca el insecto de manera cuidadosa, para después accionar la cámara, incluso hasta cien veces, dependiendo el tipo de bicho que retratará.
“Es decir —explica—, la primera foto que yo tomo del insecto, quizás solo sea la punta de la antena; lo demás es desenfocado, fuera de campo. Para lograr ese rompecabezas es un movimiento hacia adelante por micras”.
—¿Ha cambiado tu forma de pensar, de sentir, conocer tan cerca los insectos?
—Sí, siempre me ha maravillado, pues son tan diminutos sus ojos, el movimiento de sus alas; por ejemplo, hay insectos que contradicen a la ley de la física… El 90 por ciento de los alimentos que se producen es gracias a ellos. Sí, como los insectos polinizadores; como las abejas, las avispas…
—Por eso deben ser respetados…
—Sí, porque tienen mucha correlación con nuestras vidas y, aparte, matar un insecto nomás porque se me ocurrió, pues no es válido; preferible dejarlo pasar, sí, déjalo… —y mueve la mano como si cediera el paso —; por ejemplo las arañas: jamás te va a brincar una araña.
—¿Has retratado arañas venenosas?
—Sí, de hecho, aquí en el patio de tu casa, tengo varias plantas; una vez que hacíamos limpieza encontré una Viuda negra. No solo una: estaban cinco arañas ya grandes. Las liberé por la carretera.
Y es que son tantas las anécdotas de Chucho, El Señor de los insectos, que él seguiría contando una tras otra, como aquella cuando le robaron su cámara durante un asalto. “Afortunadamente no se llevaron mi mochila donde tenía mi lente macro”, dice con una sonrisa.
El incidente lo publicó en su página de facebook y varios de sus amigos se solidarizaron. “Hicieron una vaquita —relata— para que yo me comprara otra cámara”.
Humberto Ríos Navarrete