
La obra de teatro “Kathie y el hipopótamo”, estrenada en 1983 en Venezuela, del escritor peruano, Premio Nobel 2010, Mario Vargas Llosa, obra autobiográfica. En este sentido nos dice su autor que cuando joven y sin dinero lo contrató una señora rica de Perú que deseaba escribir un libro de sus viajes por Asia y África y que ella firmaría.
A esto en el mundo del arte se le llama en inglés “ghostwriter”, escritor fantasma, en francés “nègre” negro. Un escritor, pintor, compositor, cineasta, famoso, contrata a un artista que inicia o de bajo perfil, para que siguiendo su estilo y temas, realice obras en nombre de él. Se sabe que usaron “negros” Alejandro Dumas (a Auguste Maquet), El Greco (pintaba un cuadro, sus alumnos lo imitaban y él los firmaba), Auguste Rodin (a la escultora Camille Claudel, nunca lo reconoció), Mozart (escribió su Réquiem para un anónimo que resultó ser el conde Franz von Walsegg, que decía que las obras eran suyas. A su vez el Réquiem quedó inconcluso por la muerte de Mozart, su mujer contrató a un alumno, Franz Xaver Süssmayr, para que la acabara e hizo creer que Mozart lo había hecho.)
La obra también nos habla de otras mentiras. Hoy para saber si alguien miente se le aplica la ciencia de la verdad, el polígrafo: “Instrumento ultrasensible que registra los cambios fisiológicos que se producen en una persona cuando responde a un estímulo.” Se compone de tres partes: “Cardio-esfigmomanómetro, mide la presión sanguínea y pulso a través de una banda en un brazo. Neumógrafo, mide y registra la respiración por medio de bandas en el tórax y abdomen. El Galvanómetro, registra las señales eléctricas y cambios en la respiración del entrevistado.” Sus seguidores aseguran que es imposible alterar los resultados. Aunque la ciencia nos dice que por ahora no hay aparato ni certeza para saber si alguien miente, en varios países se toma como legal.
El género de la obra es la Farsa: donde los personajes se desenvuelven de manera caricaturesca y en situaciones fantásticas.
La obra transcurre en una buhardilla de París en los años sesenta, con cuatro personajes: Kathie Kennety, dueña del lugar. Santiago Zabala, profesor universitario y periodista. Ana, su esposa, Juan, marido de Kathie. Ellos son personajes ficticios pero representados por actores, son los pensamientos de Kathie y Santiago, aunque en ocasiones tanto Kathie, como Santiago, encarnan a Juan y Ana, dándose en la estructura de la obra un doble juego escénico.
Inicia con Kathie que le dicta a Santiago: “Me quedé junto a la Esfinge hasta que se hizo de noche y, de repente, se prendieron las luces.”
Santiago enriquece lo dicho: “Absorta, hechizada, permanezco contemplando la Esfinge sin advertir que cae la noche. Ahí estamos, frente a frente, yo, la mujer de carne y hueso, y ella, la de entrañas de piedra, cabeza enhiesta y garras de león.” De esta manera cada vez que ella dicta, Santiago le da una versión poética a las palabras.
Surge un tipo que la ataca, aquí aparece la primera transmutación, el tipo es Juan su esposo, los dos son jóvenes, hablan de cómo se conocen y los desplantes de ella para no casarse. Se casan y durante la obra vemos que Juan se vuelve un surfista, que la engaña con sus fans, es un vago, tienen hijos que no los aman, ella se vuelve amargada, por eso viaja.
Con Santiago vemos que es un socialista peleado con el sistema, tiene problemas con su mujer porque se enamora de una de sus alumnas, al tiempo la joven lo abandona por falta de sexo. Las escenas son duras de las dos partes, con riñas, insultos, confesiones de engaños con cercanos y otros, en una de ellas Kathie ayuda a suicidarse a Juan.
Hugo G. Freire