Si tenemos la posibilidad de evitar una epidemia mortal que se ceba en los niños y no hacemos nada sino que, por el contrario, tomamos decisiones (o apoyamos a quienes lo hacen) que aumentan esas muertes, solo queda una conclusión: somos cómplices de esa mortandad.
No es una hipérbole. Es un dato duro que arrojan las estadísticas del Inegi: quienes más mueren en los mal llamados accidentes viales, son las niñas y los niños, da igual si son atropellados como peatones, en sus bicicletas cuando salen a pasear a la calle, al ir a bordo de un vehículo o en el transporte público, el resultado es fatal.
Tampoco exagero, lejos de mí esa intención. Documento y lo hago con dolor, empatía y gran indignación, noche a noche gracias a MILENIO Televisión, esas muertes, con información del equipo con el que trabajo, en la capital y en los estados, detrás de cámaras y en la redacción.
Abajo enumero algunos de los casos más recientes y brutales de muertes infantiles, de asesinatos, por parte de conductores que, es triste decirlo, terminan también por ser víctimas de un sistema que urge cambiar y ante el cual poco se hace.
Los activistas suelen culpan al conductor de un vehículo tras un atropellamiento y es cierto, este tiene una gran responsabilidad, pero también lo tiene una sociedad tolerante ante las altas velocidades y la conducción con alcohol, así como quienes comparten o sabotean los trabajos del alcoholímetro o pagan sobornos a la policía de tránsito, los agentes del ministerio público, los peritos o los jueces calificadores.
También los funcionarios que permiten a las automotrices vender y comercializar vehículos inseguros, los publicistas que promueven el “disfrute” de la velocidad en los anuncios de las distintas marcas de vehículos.
Culpemos asimismo a los asesores e integrantes de comités técnicos en la Secretaría de Economía que se oponen a cambiar las normas de fabricación para que los vehículos incorporen -de fábrica y obligatoriamente- nuevos sistemas de seguridad para los peatones y ciclistas.
También son responsables los políticos y funcionarios que promueven la motorización acelerada, los segundos pisos y la construcción de infraestructura vehicular, en lugar de orientar las calles hacia la seguridad y el disfrute de la gente.
O las personas que trabajan en los medios de comunicación que en vez de entender que están ante un problema social más que ante una tragedia individual, se dedican a moralizar y a revictimizar a los atropellados por “distraídos”, “ir con el teléfono” o “no usar el puente peatonal”.
Todos ellos tienen responsabilidad en la muerte de:
Megan, 12 años, murió atropellada en Venustiano Carranza, abril 14
Rodrigo, 13 años, murió atropellado en Azcapotzalco, abril 20
Regina, 5 años, murió atropellada en San Nicolás, marzo 22
Isabela, 2 años, murió atropellada en San Nicolás, marzo 22
Yamileth, 8 años, murió atropellada en Puebla, junio 22
Ian, 7 años, murió atropellado en Atlixco, junio 22
Juan Carlos, 17 años, murió atropellado en Atlixco, junio 22
Es tiempo de actuar, seamos intolerantes ante los culpables de estas muertes.
Héctor Zamarrón
hector.zamarron@milenio.com
@hzamarron