Ahorrar, endeudarse y pagar desde 5 mil hasta 15 mil dólares a un tratante para poder llegar a alguna de las ciudades de Estados Unidos, con el riesgo de fallecer deshidratado y sofocado, sin poder respirar, como ocurrió con los 53 migrantes indocumentados que murieron en un tráiler en San Antonio. O en su defecto, sumarse a una caravana en donde la fuerza de la masa crítica otorga protección frente a las mafias y hasta las propias autoridades migratorias mexicanas, ese es el dilema.
Miles de centroamericanos, aun después de conocer la tragedia de Texas, tomaron camino la madrugada del viernes desde Tapachula rumbo a Huixtla, en una nueva caravana de miles de indocumentados, entre ellos más de 500 niños y 200 mujeres embarazadas, que buscan una vida mejor, lejos de la violencia y la pobreza que los rodea.
Esa difícil opción, caminar bajo el sol, con los pies en el asfalto ardiendo, durmiendo en plazas públicas y soportando maltratos y malas caras es preferible a la de morir sofocado de calor y sin poder respirar, como ocurrió con los migrantes del tráiler, uno de los miles que circulan en el sur de Estados Unidos rumbo a los diferentes centros de trabajo que demandan mano de obra.
Es una característica del capitalismo moderno que depende del trabajo migratorio. No estamos frente a una crisis migratoria, sino frente a nuevas modalidades de un fenómeno social orgánico, que responde a las necesidades de acumulación del sistema.
Son formas de esclavitud moderna, como lo reveló la investigación publicada por MILENIO el mismo viernes, donde el crimen organizado “vendió en 21 mil dólares a 30 de sus trabajadores, como si se tratara de ganado. Fueron comprados en efectivo por rancheros de un campo en Indianápolis, quienes desembolsaron 700 dólares por cada ‘esclavo’”. (https://www.milenio.com/politica/eu-crimen-vende-migrantes-700-dolares-esclavizarlos).
El “tráiler de la muerte” en San Antonio no fue una excepción, sino uno más de los miles que sirven a la trata de personas allende la frontera, en una nueva modalidad de tráfico humano que encontró en oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos aliados perfectos para mantener un negocio multimillonario.
Por eso importa seguir a detalle la suerte de cada caravana, como la que anoche permanecía estacionada en Huixtla, donde miles de venezolanos, africanos, colombianos y haitianos están a la espera de salvoconductos, documentos migratorios que les permitan un tránsito libre por el país, además de instrumentar un corredor seguro que les permita cruzarlo sin que autoridades migratorias los “rescaten” y terminen devueltos a sus países de origen.
Es un reto enorme para la Guardia Nacional, el Instituto Nacional de Migración y el Ejército, cuyos integrantes tendrían que atender a los migrantes bajo el nuevo paradigma que este gobierno anunció a su llegada: primacía del pleno respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales de todas las personas migrantes.
Atender a las caravanas al mismo tiempo que las causas estructurales de la migración y la defensa de sus derechos humanos es básico, pues ellos, como lo demuestra el interés del crimen organizado pueden ser fuente de prosperidad e impulso del desarrollo sostenible.
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