Cultura

La realidad y la ficción

  • Sentido contrario
  • La realidad y la ficción
  • Héctor Rivera

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Más allá de que buena parte de sus tramas convocan a personajes siniestros, capaces de los más horrendos crímenes, que desembocan por alguna razón en la temida figura de Adolfo Hitler, el expresionismo fílmico alemán está lleno de misterios y premoniciones. Cuesta trabajo entender por qué diablos apareció El Golem en las pantallas germanas años antes de la llegada de Hitler al poder. Aquí, el rabino Loew construye una figura enorme de barro para proteger a la amenazada comunidad judía, como una suerte de presentimiento de lo que habrá de ocurrir unos años más tarde. Tal vez en 1920, cuando Paul Wegener echó a andar al tosco personaje, la gritería de los nazis se hacía escuchar fuerte en las calles alemanas y los judíos eran ya la comunidad más perseguida.

Por esas mismas fechas, Robert Wiene sorprendía a los espectadores con El gabinete del doctor Caligari, cuyo personaje central era capaz de mentir, engañar, seducir, hipnotizar. Su extraordinaria película se convirtió prácticamente de inmediato en la insignia del expresionismo fílmico alemán. Relatando en sus memorias su primer encuentro con Hitler en el curso de un acto del partido nazi en una cervecería, Leni Riefenstahl hablaría años después de la capacidad del líder nazi para seducir a las masas. Era como si te hipnotizara, decía. Riefenstahl sería luego la responsable del aparato cinematográfico hitleriano, bajo las órdenes del temido ministro de Propaganda, Joseph Goebbels. Por supuesto, había caído hipnotizada por la mirada y los enfáticos discursos de Hitler.

Una de las obras cumbre del expresionismo alemán es Metrópolis, de Fritz Lang, filmada en 1927. Este hermoso alegato a propósito de una curiosa visión de la lucha de clases encabezada en una ciudad fabril por una airada mujer, María, tiene detrás la novela y la adaptación fílmica de Thea von Harbou, esposa de Lang. Compañera del realizador en buena parte de sus aventuras fílmicas, Von Harbou introdujo como escritora con toda naturalidad la mirada femenina en el cine de Lang, que por cierto era bastante canijo con las mujeres.

Hay dos películas de Lang en las que se aprecia bastante bien la mano creadora de Von Harbou: la adaptación de su novela Mujeres en la luna, realizada en 1929. Nunca hasta entonces las mujeres habían vivido en el cine una aventura semejante. Y M, el maldito, una verdadera joya del cine, magistralmente interpretada por el muy atormentado Peter Lorre en el papel de un torvo abusador y asesino de inocentes niñas.

En 1939 el tema de un perverso sujeto que viola y mata niñas seguramente fue visto con cierto pavor por las audiencias, pero la mirada expresionista de Lang hizo de la sórdida historia una verdadera obra de arte, imposible sin el trabajo de Von Harbou.

Sin embargo, el día que Lang encontró a Thea en la cama con otro hombre las cosas comenzaron a cambiar… 

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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