Política

Lo que no puede sentir la máquina

En Oaxaca, el tiempo se detiene para conversar con los muertos.

No como metáfora, sino como práctica.

Las familias limpian las tumbas, preparan el mole, encienden el copal. En los altares se mezclan el pan, las fotos y la música que alguien quiso escuchar una última vez. Todo tiene cuerpo, olor, peso.

Pasé varios días ahí, entre historias que no están escritas en ningún archivo.

Escuché a una madre que cada año coloca la cerveza que tomaba su hijo y jura que el olor le avisa cuando él llega.

Escuché a un joven decir que la muerte no le da miedo, que lo que teme es que lo olviden.

Nada de eso cabe en un algoritmo.

Las máquinas pueden procesar millones de datos sobre el duelo, pero no saben qué se siente ver una vela consumirse por alguien que ya no volverá.

No pueden medir el temblor en la voz de quien habla con una ausencia.

Pueden simular empatía, pero no entienden la temperatura del silencio.

En Silicon Valley hay quien promete derrotar a la muerte: subir la conciencia a la nube, preservar una mente en un servidor.

En Oaxaca, la inmortalidad se celebra bajando a los muertos a la mesa.

Dos ideas opuestas del futuro: una quiere escapar del cuerpo, la otra lo honra.

Y quizá ahí esté la diferencia esencial.

La inteligencia artificial aprende del mundo, pero no pertenece a él.

No tiene piel, ni polvo, ni historia.

Nosotros sí.

Y mientras exista alguien que encienda una vela por amor, lo humano seguirá siendo un misterio que ninguna máquina podrá descifrar.


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Héctor Faya
  • Héctor Faya
  • Fundador de Aurora Policy Solutions y profesor de IA y derecho en la Ibero CDMX.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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