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Más desaceleración e incertidumbre

  • Economía empática
  • Más desaceleración e incertidumbre
  • Héctor Farina Ojeda

Dos de las constantes en lo que va del año han sido la desaceleración y la incertidumbre. Por un lado, el ritmo de crecimiento económico de América Latina se ha venido frenando y tiene en el caso de México su punto más crítico: los pronósticos apuntan a un crecimiento cercano a cero, es decir, un estancamiento en 2025 y un leve repunte en 2025. Y por el otro lado tenemos la paradoja de que la mayor certeza es que reina la incertidumbre: se mantiene la zozobra por los aranceles de Estados Unidos y la guerra comercial, ahora con nuevas advertencias a México, Canadá y los países europeos.

Mientras las economías van perdiendo impulso, en parte por las complejidades en el comercio internacional, en parte porque los propios motores tampoco tienen demasiada potencia, el contexto de incertidumbre sigue extendiendo sus efectos negativos en cuanto a los problemas para exportar e importar, las inversiones que no se concretan, los proyectos que están a la expectativa de encontrar un mejor momento, y en general la disminución de las actividades económicas en un mundo que todavía resiente la última crisis provocada por la pandemia de covid 19.

El panorama para el cierre de este año y para el inicio del segundo no es el mejor: las economías se están frenando, el dinamismo interno no es suficiente, se mantiene la incertidumbre de la guerra comercial y, a ciencia cierta, nadie sabe cómo ni cuándo se superarán las idas y vueltas de las amenazas arancelarias. Y a eso debemos añadirle que vivimos esta situación desde la región que menos crecerá este año y que es la región más desigual del mundo. América Latina no sólo siente el efecto directo de la desaceleración sino que esto significa la profundización de los grandes problemas sociales como la pobreza y la desigualdad.

Cuando crecer hacia afuera se vuelve complicado, es natural pensar en la fuerza interna de las economías para emerger. Pero las economías latinoamericanas se han acostumbrado a ser precarias, dependientes de las exportaciones a los grandes mercados -como Estados Unidos- y además concentran su éxito en pocos rubros. Y cuando hay una crisis y se buscan alternativas desde dentro, entonces se recuerda que hay problemas de competitividad, de baja productividad, de insuficiente inversión en infraestructura, que la logística es cara, lenta y complicada, así como que estamos rezagados en calidad educativa, en ciencia, tecnología, innovación y un largo etcétera.

En este contexto de desaceleración e incertidumbre, la variable que más se puede controlar es la propia capacidad de generar riqueza y equilibrio. Invertir en infraestructura, en mejorar la logística, en la calidad educativa y en el apoyo a emprendimientos, como los de las micro, pequeñas y medianas empresas, no sólo sirve para contrarrestar momentáneamente los efectos de la desaceleración sino para fortalecer las bases de la economía. Frente a la incertidumbre, la certeza debe comenzar por invertir en lo que construye futuro económico, en todo lo que marca diferencias a mediano y largo plazo.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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