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La inflación profundiza la desigualdad

  • Economía empática
  • La inflación profundiza la desigualdad
  • Héctor Farina Ojeda

El contexto económico marcado por la inflación, es decir por la suba generalizada de los precios de los productos y servicios básicos, no sólo es una amenaza para la recuperación de los indicadores de crecimiento y los empleos, sino que está ensanchando la brecha de la desigualdad: los que viven en condiciones de pobreza se están empobreciendo más al no poder pagar los costos del encarecimiento, en tanto los que poseen capital suficiente y ya concentran grandes riquezas se están enriqueciendo más. La tendencia hacia la desigualdad tiene dos rostros claramente definidos: muchos que viven en pobreza van hacia abajo, en tanto pocos que viven en la opulencia se vuelven más ricos.

Mientras en México la inflación en el mes de junio fue de 7.99 por ciento, hay un 3.7 por ciento de la población, es decir 4.8 millones de personas, que enfrentan problemas de inseguridad alimentaria severa, de acuerdo a los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). El escenario es una muestra de las dificultades que enfrentan millones de personas: ya viven en una situación de precariedad que les impide comprar lo necesario para comer medianamente bien, y ahora, con todo encarecido, la vida se vuelve todavía más precaria y los recursos más insuficientes.

Si ubicamos las cifras en América Latina, tenemos 56.5 millones de latinoamericanos que no comen bien, no les alcanza el dinero para consumir las nutrientes básicas. Y si pensamos que hay 201 millones de personas en pobreza y 86 millones de personas en pobreza extrema, la cuestión se vuelve más dramática y urgente. En las economías latinoamericanas, golpeadas por la pandemia y por la desigualdad, la inflación está teniendo un costo mucho más elevado que el que marcan los indicadores: no son subas transitorias de precios sino empobrecimientos profundos y perdurables de millones de personas. Nuestros indicadores importantes no están en los porcentajes inflacionarios sino en la calidad de vida que se pierde, en el hambre, la precariedad y el descontento.

América Latina tiene un escenario desequilibrado, desigual, que tiende a desnivelarse más antes de que prosperen los intentos que buscan equidad. Antes de la pandemia ya vivíamos en la región más desigual del mundo. Con pandemia, con inflación y con incertidumbre, la brecha de la desigualdad se sigue ensanchando. Y esto es un problema de fondo, profundo y añejo, que no se resolverá cuando los precios ya no suban tanto o cuando el crecimiento retome su ritmo habitual cansino.

La gran pregunta es cómo se revertirán los niveles de pobreza y la brecha de la desigualdad más allá de las recuperaciones transitorias. Si bien la mirada preocupada se encuentra hoy en los precios, la mirada de fondo debe contemplar un escenario a mediano y largo plazo. Los costos de la pandemia y la pospandemia pueden ser mucho más gravosos de lo que se pensaba si es que no se atienden los desequilibrios. No son los precios, es el escenario y, sobre todo, la gente.

Por Héctor Farina Ojeda

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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